La polémica del semáforo ámbar resulta tan evidente como el propio color intermedio de las señales luminosas que dotan los semáforos. Un paso de tres, el segundo y en muchas ocasiones el más complicado y controvertido, sobre todo si se produce un imprevisto en forma de accidente. Nada queda al azar cuando el semáforo, se ilumina en rojo o verde. O paras o pasas. La reacción del conductor ante la luz ámbar ha dado lugar a accidentes, abusos, excesos e incluso grotescas situaciones, que han alimentado juzgados, despachos y barras de bar desde que se implantó.
1El semáforo: un policía accionaba el cambio de orden
Hace 150 años, en diciembre de 1868 se instaló en Londres el diseño de John Peake, que consistía en dos brazos verticales. Uno indicaba paso y el otro stop. Para la noche londinense se utilizaban lámparas de gas, donde se aplicaban luces rojas y verdes, según fuese la orden de turno. Como anécdota, la explosión accidental de uno de estos artefactos, hirió gravemente a un policía que se encargaba del funcionamiento.
Dos son los factores que influyeron en la fabricación e instalación de los semáforos, tal y como los conocemos actualmente, es decir eléctricos. Por un lado, el aumento de usuarios y tipos de vehículos y de otro las farolas que aprovechaban el tendido eléctrico, para la iluminación vial. Así, el primer semáforo eléctrico del mundo se instaló en Cleveland, Estados Unidos, en 1914. El primero de Europa se instaló en Berlín, Alemania, sólo 10 años después.