Desde el pasado 24 de febrero día en que Rusia invadió Ucrania, el precio de los combustibles ha subido de forma imparable. Su gráfica parece la de una montaña rusa en la que únicamente hubiera subidas y llanos. Tras la volatilidad inicial, el precio del petróleo no para de bajar pero la gasolina no.
Efecto montaña rusa
A la espera de la bajada, que esperemos que sea sensacional, el precio del petróleo sí que ha sido muy volátil. El barril de Brent, que es la referencia en cotización internacional, ha oscilado entre los 100 y los 140 dólares.
Una verdadera locura que parece moverse al compás de lo que dicta la ofensiva rusa. Las noticias que allí se producen afectan a su precio de forma casi instantánea. Si Putin afirma que las conversaciones van bien el barril ronda los 100 euros. Cuando avisa de un posible debacle nuclear si se presiona la integridad del país el barril se dispara por encima de los 140 euros.
Esta última situación ocurrió el pasado 8 de marzo, cuando el mercado del petróleo internacional tocó techo con el barril en torno a los 140 dólares.
El petróleo no para de bajar pero la gasolina no
En una gráfica combinada entre el precio del crudo y los carburantes podemos comprobar que el Brent inició su carrera ascendente a finales de febrero, con el inicio de la ofensiva. Manteniendo esa tendencia hasta mediados de marzo. A partir de entonces se observa una clara tendencia a la baja que no es seguida por el precio de los carburantes en las gasolineras.
De hecho el pico de los precios de los combustibles se alcanzó en esa misma fecha, con la gasolina A y el gasóleo rozando los 1,90 euros/litro de precio medio. Desde entonces el precio del barril ha evolucionado hasta los 100 dólares y en cambio el precio de los combustibles está anclado por encima de 1,81 euros litros, actualmente tanto la gasolina como el gasóleo.
Esto significa que la cotización del Brent ha bajado casi un 30% mientras que el precio del litro de combustible en las gasolineras apenas ha bajado un 5%.
Cifra escandalosa pero que también tiene una explicación coherente.
Por un lado está el concepto del mercado de futuros. Eso significa que la gasolina que echamos hoy en las gasolineras probablemente procede de petróleo pagado hace ya semanas por las empresas de refinería, lo que significa que el precio del mismo era más alto que el que vemos hoy en los mercados internacional.
Mercado inelástico
También hay que tener en cuenta que el mercado de los combustibles es muy inelástico. Una variación en el precio apenas se traduce en el volumen de combustible que consumimos. Por lo tanto la ley de la oferta y la demanda se deja notar en toda su crudeza.
Por otro hay que valorar que de los casi dos euros que cuesta el combustible sólo 0,94 corresponde al coste de la materia prima (petróleo). Mientras que 0,082 corresponde a márgenes brutos, 0,472 a los impuestos de hidrocarburos y 0,315 al IVA. Esto quiere decir que el margen de bajada y subida sólo debería afectar a la partida procedente del coste de la materia prima pura y dura, por lo cual la repercusión de las subidas y bajas es más suave.
Por último debemos valorar que la compra de los barriles de combustible se realiza en dólares, por lo cual la paridad euro/dólar es clave. No es lo mismo hacer pagos en divisas con un euro fuerte que con un euro débil.
Efecto cohete y efecto pluma
Todo ello no quita que el efecto cohete y el efecto pluma es una realidad. Un efecto que refleja que cualquier subida del precio del barril de Brent provoca una subida instantánea del precio de los combustibles, y cuando es al revés, la reducción de precios de los combustibles es mucho más suave y progresiva.