La tercera generación del Kia Sportage ha supuesto un salto tecnológico importante en todos los apartados. Cuenta con una amplia oferta de motores, la mayoría electrificados.
Diésel, gasolina, hibridación ligera para versiones diésel y gasolina. Híbrido autorrecargable y plug-in; una oferta para todos los gustos y necesidades, con potencias comprendidas entre los 116 y 265 CV.
2En buena sintonía
Su funcionamiento en el Sportage es sin duda muy agradable. Siempre arrancamos en silencio y como sistema de última generación nos deja maniobrar el eléctrico. Y recorrer pequeñas distancias en terreno favorable antes de que entre en funcionamiento el motor de gasolina, hasta cuatro kilómetros. El protagonismo lo puede tomar uno y casi siempre los dos a la vez. Sobre todo cuando le exigimos desde el acelerador.
La batería de 1,49 kWh que alimenta el generador se carga muy rápido (por efecto de la frenada regenerativa o con la contribución del propulsor térmico) y mantiene casi constantemente el funcionamiento híbrido. Ya no resulta fácil agotarlo como ocurre con otros propulsores similares. Ni aun aprovechando su potencial, que es mucho.
De una manera suave pero rotunda el motor sube de vueltas y muestra su gran capacidad para acelerar. En nuestras mediciones ha bajado claramente de los ocho segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado, recorriendo los 400 metros en apenas 15 segundos. Y adelantar se vuelve una tarea sencilla (recupera de 80 a 120 km/h en 4,9 segundos) en sintonía con el cambio. Sí, la gestión del sistema recae sobre una transmisión automática de seis relaciones, con convertidor de par, que se gestionan a través de las levas en el volante. A pesar de que se muestra como un cambio muy protector con el motor, lo que le hace algo lento al reducir, en general muestra una muy buena sintonía. Preciso y suave en las transiciones, no muestra diferenciación entre los dos modos de conducción, ECO y Sport que se seleccionan desde la consola central.
