Prueba de Seat Ibiza I & Ibiza V: El pequeño coche que salvó a una gran compañía

A punto de cumplir 40 años, el Seat Ibiza es uno de los modelos más importantes en la historia de su fabricante. Lo es por volumen de ventas, por imagen y por su crucial papel en la historia de una compañía que se enfrentaba a enormes desafíos cuando este polivalente se convirtió en el primer modelo Seat desarrollado fuera del paraguas de su anterior socio tecnológico.

Resulta fácil imaginar la mezcla de tensión y de ilusión que se vivía en el Centro Técnico de Martorell durante las semanas previas al lanzamiento de la primera generación del Seat Ibiza, en julio de 1984. Algunas unidades de preserie ya se habían puesto en manos de la prensa española especializada, y el impacto mediático fue notable. Su primera prueba monopolizó la portada del número 37 de Motor 16 y, meses más tarde, el Seat Ibiza volvería a ser el protagonista del número 50, ya completamente despiezado, tras una exigente prueba de 15.000 kilómetros.

Seat Ibiza I: Un urbano con alma de polivalente

Para desarrollar aquel primer Ibiza, Seat optó por emplear la plataforma del Ronda, heredada, a su vez, del Ritmo, lo que permitía que el nuevo miembro del segmento B de la firma española tuviera mucho más empaque que el veterano 127 Fura al que reemplazaba.

Esta base de un segmento superior se vistió con una carrocería salida del lápiz de Giugiaro e industrializada con ayuda de Karmann, mientras que el grueso de la gama de motores se encomendó a Porsche, que desarrolló una familia con dos unidades motrices (y sus correspondientes cajas de cambio) basadas en dos bloques de 1,2 y 1,5 litros a los que casi al final de su vida comercial se sumaría un 1.7 alimentado exclusivamente por inyección electrónica.

Así, aquel Ibiza I era ya en su momento un pequeño coche de gran empaque y, comparado hoy con el modelo actual, no se ve tan pequeño como ocurre con otros modelos del segmento B separados igualmente por cuatro décadas, a pesar de que el Seat Ibiza actual mide 4,06 metros, mientras que el primero no pasaba de los 3,64 metros.

Más allá de la longitud, el Seat Ibiza I era un vehículo relativamente ancho, con una amplia superficie acristalada, una batalla larga para su longitud, que dejaba las ruedas traseras casi sin voladizo y, consecuentemente, un habitáculo espacioso, con tres plazas para el asiento trasero, además de un razonable maletero, que podía ampliarse fácilmente gracias al respaldo del asiento abatible por mitades.

A pesar de ser siempre algo subjetivo, hay consenso a la hora de juzgar que su línea ha envejecido bien, y es realmente el interior el que delata el paso de las cuatro décadas cuando lo comparamos con el del Seat Ibiza V, dotado del nuevo paquete de equipamiento Marina Pack, caracterizado por el uso de tejidos sintéticos en los guarnecidos de las puertas, tapicerías, moqueta y alfombrillas; todo ello elaborado a partir de materiales reciclados que contribuyen a extraer del mar más de dos millones de botellas de plástico al año.

Los Seat Ibiza I y V, en marcha

En marcha también hay diferencias entre los dos Ibizas. Del más veterano nos encanta el tacto del motor 1.5 alimentado por un carburador de doble cuerpo que, con sus 85 CV y sorprendente soltura para subir de vueltas, mueve con agilidad los poco más de 900 kilos del vehículo. El selector del cambio, sin embargo, es algo impreciso hasta que ‘se le coge el tranquillo’, mientras que la dirección, sin asistencia, resulta lenta y pesada.

También las suspensiones ponen de manifiesto la enorme evolución que han experimentado sus componentes con el paso de los años. Cualquier pequeño resalte en el asfalto se percibe claramente en el volante del Seat Ibiza I, cuya carrocería cabecea y se inclina de forma acusada si la sometemos a fuerzas longitudinales y transversales mayores de las propias de un uso normal del vehículo.

Como ya hemos visto, el Seat Ibiza I tenía a favor su buena anchura de vías y su amplia batalla, mientras que en su contra jugaban un reparto de pesos que sobrecargaba el tren delantero y una ballesta transversal que hacía simultáneamente las funciones de elemento elástico y barra estabilizadora en el tren trasero; no era la solución ideal en términos de eficacia, pero era asequible, fiable, permitía disponer de abundante capacidad de carga y su desarrollo estaba amortizado.

El Seat Ibiza fue crucial en la historia de su fabricante

Con todo ello, el diseño, el desarrollo y la puesta en producción de aquel primer Ibiza fue un soberbio ejercicio de optimización de recursos en el que nos consta que todos los involucrados fueron mucho más allá de lo que exige el deber, conteniendo el gasto donde era necesario y poniendo toda la carne en el asador cuando se trataba de abordar puntos clave como las mecánicas o el diseño general del vehículo.

A modo de ejemplo, en el pliego de condiciones de los motores System Porsche se especificaba que la distancia entre cilindros o el tamaño de las cajas de cambio tenían que ser idénticos a los de los motores 1.2 y 1.4 y las correspondientes cajas de cambio de Fiat, empleados hasta entonces por Seat, para evitar inversiones innecesarias en utillaje y desarrollo.   

Finalmente, el Seat Ibiza fue un rotundo éxito. A lo largo de su larga vida comercial, que acabaría en 1992, se fabricaron casi 1,3 millones de unidades, muchas de las cuales se exportaron a numerosos países, permitiendo a Seat convertirse en un actor internacional.

De hecho, toda la línea de producción del Ibiza I fue vendida al grupo chino Nanjing, que lo estuvo fabricando durante años en aquel país cuando aquí ya disfrutábamos de la segunda generación, desarrollada en colaboración con Volkswagen, que se había hecho con el control de Seat en 1986 tras descubrir el enorme potencial de la compañía, algo en lo que esta primera generación del Ibiza tuvo bastante que ver.

Fichas técnicas

Fotos de la prueba de Seat Ibiza I & Ibiza V