Las señales de tráfico han sido una forma fundamental de comunicación dirigida a los ciudadanos desde tiempos antiguos, teniendo sus raíces profundas en la época del Imperio Romano, cuando se estableció una extensa red vial para facilitar el movimiento dentro del vasto territorio imperial.
Con la llegada de la era industrial y el auge del automóvil y el petróleo, la velocidad se convirtió en una característica distintiva del transporte, lo que llevó a la necesidad de desarrollar un conjunto diverso de señales de tráfico comprensibles no solo localmente, sino universalmente.
El cumplimiento de estas, por parte de los usuarios de la vía se ha convertido en una norma general, ya que proporcionan un lenguaje común a través del cual se pueden interpretar las reglas de circulación, asegurando así la orden y seguridad en las carreteras públicas.
1La responsabilidad el titular de la vía
Sin embargo, surgen preguntas pertinentes sobre quién tiene la autoridad para crearlas y dónde se regulan. La legislación de tráfico y seguridad vial ofrece claridad al respecto, estableciendo que la responsabilidad de mantener la señalización recae en el titular de la vía, es decir, la autoridad administrativa correspondiente, y en el organismo regulador del tráfico.
Los artículos 57 y 58 de la ley establecen los criterios que determinan cuándo se pueden alterar, retirar o implantar señales, evitando así la discrecionalidad y garantizando la coherencia en la gestión de la señalización vial.