Conducir es una experiencia tan cotidiana para muchos que rara vez nos detenemos a reflexionar sobre lo que realmente sentimos al ponernos al volante. Sin embargo, la investigación ha demostrado que detrás de los gestos mecánicos de girar el volante o pisar los pedales, se esconden emociones poderosas que influyen en nuestra conducción y en cómo interactuamos con el entorno. Dos sentimientos clave surgen en cada trayecto: la ansiedad y la agresividad, ambas presentes en mayor o menor medida en cada conductor.
2Agresividad: el motor emocional que acelera sin permiso
Junto a la ansiedad, la agresividad es la otra gran emoción que surge al volante. Los atascos, las imprudencias de otros conductores y las situaciones de frustración son los principales desencadenantes de este sentimiento. Según el mismo estudio, más del 50% de los encuestados reportaron sentirse enfado cuando se encuentran con coches aparcados en doble fila. Este tipo de incidentes cotidianos que interrumpen la fluidez del tránsito desencadenan una respuesta emocional automática, que en muchos casos se traduce en gestos como tocar el claxon, insultar o incluso realizar maniobras arriesgadas.
Las diferencias en cómo hombres y mujeres experimentan la agresividad también son notables. Los hombres, por ejemplo, son más propensos a enfadarse cuando son adelantados de manera temeraria o cuando el vehículo frente a ellos no avanza rápido al cambiar el semáforo a verde. Un 57% de los hombres reportó sentirse enojo en estas circunstancias, frente a solo un 34% de las mujeres. Esta diferencia puede deberse, en parte, a patrones culturales en la forma en que cada género tiende a lidiar con el conflicto, aunque no está exenta de las experiencias personales de cada individuo al volante.