Elon Musk y Donald Trump, dos figuras que no podían parecer más distantes en sus visiones, se han unido en lo que algunos consideran un giro inesperado en la industria automotriz. Hace apenas unos meses, Trump vio el coche eléctrico como un “capricho demócrata”, especialmente ligado a California, un bastión demócrata que se ha convertido en el epicentro de la adopción de vehículos eléctricos en Estados Unidos. Para Trump, el coche eléctrico era una amenaza a la “industria norteamericana de verdad”, esa que produce motores de combustión y representa la esencia de la tradición automovilística de su país.
Sin embargo, todo cambió después de una reunión a puertas cerradas entre Trump y Musk. La postura inicial de Trump no sólo cambió, sino que pareció dar un vuelco: de oponerse a los vehículos eléctricos, el que será de nuevo presidente, pasó a convertirse en uno de los mayores defensores del mercado de Tesla. Y todo gracias a un solo coche.
4La imagen de Tesla y el dilema de los compradores atrapados en la discordia
Con la pegatina adornando ya a miles de Teslas, es probable que esta sea solo una muestra de una división que Musk tendrá que abordar en algún momento. Su relación con Trump le ha llamado la atención y puede que le asegure una posición en un hipotético futuro gobierno, pero Tesla sigue necesitando vender coches. La pregunta que muchos se hacen es: ¿cuánto daño está dispuesto Musk a infligir a la marca Tesla en nombre de sus ambiciones personales y de su simpatía por Trump?
Al final, los usuarios de Tesla parecen haber encontrado una salida creativa y, en cierto sentido, catártica. A través de una pegatina, expresan su rechazo a una nueva etapa política en la que, para ellos, su vehículo ya no representa simplemente un avance tecnológico, sino una serie de decisiones personales de su CEO que están lejos de la neutralidad. Así, la pegatina no solo es un mensaje, sino una pequeña resistencia ante un cambio con el que no todos los compradores de Tesla parecen estar de acuerdo.