El escándalo del «dieselgate», que estalló en 2015, sigue teniendo repercusiones en el mercado automovilístico europeo. En aquel entonces, se descubrió que el Grupo Volkswagen y otros fabricantes de automóviles alemanes habían manipulado las pruebas de emisiones de sus vehículos diésel, engañando a los reguladores y consumidores sobre el verdadero nivel de contaminantes que emitían sus coches. A raíz de este escándalo, la Unión Europea implementó nuevas normativas más estrictas para regular las emisiones, y ahora, casi una década después, esas mismas normativas podrían estar a punto de enviar millones de coches diésel al desguace sin previo aviso.
4Las implicaciones económicas y sociales
El impacto de enviar millones de coches al desguace sería significativo no solo para los propietarios, sino también para la economía en general. Los fabricantes de automóviles podrían enfrentarse a una ola de demandas por parte de los consumidores, exigiendo compensaciones por haber sido engañados sobre las emisiones de sus vehículos. Además, la retirada masiva de coches diésel podría afectar al mercado de vehículos de segunda mano, reduciendo la oferta disponible y aumentando los precios de los coches que sí cumplen con las normativas.
Desde un punto de vista social, esto podría agravar las desigualdades. Aquellos que no puedan permitirse un coche nuevo o una reparación costosa podrían verse obligados a depender del transporte público o de vehículos más antiguos y contaminantes, lo que iría en contra de los objetivos ambientales de la Unión Europea. Además, la eliminación de tantos coches podría tener efectos colaterales en la industria automotriz, desde los concesionarios hasta los talleres mecánicos, quienes podrían ver una disminución en la demanda de sus servicios.