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¿Qué pensará el cura de Valdepeñas de este feligrés que va a misa en un Ferrari California?

Valdepeñas, tierra de viñedos y fervor religioso, se enfrenta a una encrucijada moral digna de un debate entre el cielo y la tierra. Y no, no hablamos de si el tinto es mejor que el blanco, sino de una escena que seguramente haría al párroco Emilio Montes arquear una ceja. ¿Qué ocurre cuando uno de sus fieles, tras haberse empapado de las palabras del Evangelio, llega al servicio dominical en un Ferrari California? Un coche que, con su rugido de motor V8, parece más adecuado para un paseo por la Riviera que para estacionarse frente a la iglesia de Cristo en el corazón de la Mancha.

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Cuando Dios no es un sorteo de la ONCE

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El padre Emilio, un personaje que ya es casi una leyenda en la región por sus sermones virales, ha demostrado que no tiene pelos en la lengua cuando se trata de opinar sobre las conductas de sus feligreses. Su dureza ante las contribuciones económicas mínimas y su famoso comentario sobre aquellos que tratan a Dios como si fuera un «rasca y gana»nos dan pistas de lo que podría pensar sobre alguien que ostenta tal vehículo de lujo.

Imaginemos la escena: la mañana del domingo, el Ferrari brilla bajo el sol manchengo, sus curvas esculpidas y su interior de cuero impecable contrastan con el tono rústico del pueblo. La plaza, llena de devotos que llegan a pie, mira con asombro mientras el coche se desliza hasta la entrada. El rugido del motor deja una estela de humo que parece más un desafío que una simple coincidencia.

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