Valdepeñas, tierra de viñedos y fervor religioso, se enfrenta a una encrucijada moral digna de un debate entre el cielo y la tierra. Y no, no hablamos de si el tinto es mejor que el blanco, sino de una escena que seguramente haría al párroco Emilio Montes arquear una ceja. ¿Qué ocurre cuando uno de sus fieles, tras haberse empapado de las palabras del Evangelio, llega al servicio dominical en un Ferrari California? Un coche que, con su rugido de motor V8, parece más adecuado para un paseo por la Riviera que para estacionarse frente a la iglesia de Cristo en el corazón de la Mancha.
3Mucho ruido en la puerta, pocas nueces en el cepillo
Ahora, ¿y el Ferrari? Este modelo, el California, es una de las piezas más accesibles de la colección Ferrari, con un motor que llega a los 460 caballos y acelera de 0 a 100 km/h en menos de cuatro segundos. Para algunos, es un coche perfecto para viajar por carreteras de ensueño, pero para el padre Emilio, tal extravagancia puede ser vista como una tentación hacia el orgullo. ¿Qué pasa con la humildad cristiana cuando conduce una máquina que cuesta más que la restauración de los frescos de la iglesia, en los que, por cierto, aparece el rostro del mismo cura pintado entre santos y ángeles?
El Ferrari California, con su precio aproximado de 200.000 euros, no solo es una declaración de éxito financiero, sino también de estatus social. Es el tipo de coche que atrae miradas, no solo por su diseño, sino por lo que simboliza. Y quizás, en ese momento, al sacerdote se le podría ver frunciendo el ceño mientras se pregunta si aquel feligrés está tratando de comprar su salvación a base de caballos italianos en lugar de actos piadosos.