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Ford Grand C-Max 1.6 TDCI 115. Comodidad para 7

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Cuando en 2003 conduje por vez primera el C-Max lo que más me llamó la atención fue su comportamiento de turismo, su agrado de manejo y su paso por curva. Es decir, las virtudes dinámicas del Focus pero aplicadas a un monovolumen compacto. Y ahora, siete años después, constato que esta segunda generación es digna heredera de la anterior, porque presume de una calidad de conducción que, a nuestro juicio, se convierte en referencia dentro del segmento de los familiares monovolumen compactos. O sea, lo mismo que ocurre con el S-Max si lo comparamos con sus rivales de parecida longitud.

Ya lo contábamos hace tres semanas en la prueba del C-Max 2.0 TDCi de 140 CV con cambio automático Powershift de doble embrague, pero es que nuestra impresión sigue siendo la misma incluso en la versión analizada en estas páginas, de planteamiento más sosegado y familiar: mecánica 1.6 TDCi de 115 CV, cambio manual y carrocería grande. Porque, y ésa es la gran novedad en este modelo, ahora se ofrecen dos 'tallas' de C-Max: la que internamente llaman 'Compact' en la marca del óvalo azul y la denominada Grand C-Max -el logo trasero es el mismo en ambas-, que cuesta 1.350 euros más y tiene 14 centímetros extra de largo, debido a que su distancia entre ejes crece en esa proporción. Y este novedoso C-Max de talla grande permite elegir al usuario entre dos fórmulas: con dos filas de asientos, que es como viene de serie, y con tres, si pagamos los 650 euros que cuestan las dos butacas extra independientes y escamoteables -se guardan bajo el suelo del maletero con gran facilidad-. Cuando colocamos esos asientos desde el maletero da la sensación de que se trata de plazas reservadas a niños, pues los respaldos son muy bajos y existe una llamativa distancia hasta los reposacabezas. Sin embargo, en la práctica el resultado es mucho mejor y dos adultos pueden acomodarse, ya que hay casi 90 centímetros de altura libre al techo en esa zona y no falta anchura. Lo peor es el hueco para las rodillas, pero hasta eso puede solucionarse porque la segunda fila es corredera, lo que permite equilibrar el espacio disponible en las dos filas traseras. Un ejemplo: con un españolito medio al volante -1,75 metros de estatura-, la cota longitudinal en la segunda fila es de 74 centímetros, y de sólo 57,5 en la tercera; pero si avanzamos al máximo la fila intermedia quedan 60 centímetros en la segunda y 71 en la tercera.

Gran modularidad interior

La capacidad modulable del Grand C-Max no termina ahí, pues hay otra sorpresa: la plaza central de la segunda fila puede guardarse fácilmente bajo la banqueta de la plaza derecha, creándose un pasillo por el que los niños pasarán a la tercera fila sin necesidad de abatir los respaldos de la segunda. Pero hay un 'precio' a pagar, y es la excesiva estrechez de esa plaza central, que deberá reservarse al pasajero menos voluminoso de la familia.

En cuanto al maletero, poco que objetar al volumen de carga cuando sólo necesitamos dos, tres, cuatro o cinco plazas, pese a que los litros homologados sean menos que los anunciados por sus rivales. Sin duda, la regularidad de formas ayuda a que aprovechemos mejor la capacidad. Pero si están las tres filas en uso la cosa cambia, y apenas cabe equipaje, pues hay 92 litros; y 56 si, como en nuestra unidad de pruebas, el coche equipa la rueda de repuesto 'mini' -de serie lleva kit de reparación de pinchazos-.

El puesto de conducción merece los mejores calificativos, pues las butacas delanteras son cómodas y sujetan, hay visibilidad correcta en todas direcciones, la instrumentación cae en el sitio correcto y todos los mandos quedan a mano, aunque puestos a pedir nos habría gustado que la consola central estuviese levemente orientada hacia el conductor. Además, el volante agrupa multitud de botones con los que podemos controlar las funciones más importantes, aunque su manejo exige cierta práctica y más atención de la deseable. Por ejemplo, para desactivar el control de tracción o consultar datos del ordenador son necesarios varios pasos.

En marcha, sorprende

Ya en marcha, el Grand C-Max empieza a demostrar que los ingenieros han trabajado bien. El tacto de los pedales y de la palanca de cambios es magnífico, y la dirección es una de las más logradas de cuantas hemos probado con asistencia eléctrica: sólo dos vueltas y media entre topes, precisión, suavidad a baja velocidad y firmeza a ritmos de marcha altos… Eso genera un agrado de uso que se completa con otras virtudes, como la calidad que transmiten palancas y botones, el buen acabado general -los plásticos de la parte baja del salpicadero parecen algo menos robustos-, el silencio de marcha o la ausencia de vibraciones mecánicas y de rodadura. Y encima, la versión Titanium probada aporta un completo equipo de serie: climatizador de dos zonas, luces interiores de tecnología led, sensores de lluvia y oscuridad, asistente de arranque en pendientes, ocho airbag, ESP…

Ford quería, además, que su nuevo C-Max fuese un referente tecnológico en el segmento, y ha preparado por ello una carta de opciones espectacular donde podemos hallar techo panorámico con cortina eléctrica, llantas de hasta 18 pulgadas, asientos calefactables, tapicería de cuero, portón trasero eléctrico, sensor de ángulos muertos laterales, sistema de estacionamiento semi-automático, toma eléctrica de 230V, cámara de visión trasera, sensores de parking o control de presión de neumáticos. Es decir, que podemos configurar un Grand C-Max de nivel 'premium', aunque muchos elementos se agrupan en paquetes y eso no siempre es lo mejor para nuestro bolsillo.

El motor Duratorq 1.6 TDCi, que ahora rinde 115 CV, se beneficia de una relación de compresión más baja, de un turbocompresor más pequeño -al tener menos inercia 'despierta' a un régimen menor- y de una inyección por rail común con más presión. Su rendimiento es muy bueno, pues a pesar de su comedida cilindrada -1.560 centímetros cúbicos- es capaz de aportar, gracias a la función 'overboost', hasta 29,1 mkg de par -son 27,6 mkg cuando no aceleramos a fondo-. Y eso, combinado con un cambio de seis marchas de desarrollos acertados, da un gran resultado sobre la carretera. No es un misil -de 80 a 120 km/h en cuarta emplea 11,4 segundos-, pero satisfará a casi todos, sobre todo porque las prestaciones son correctas y el chasis va de maravilla: buen tacto, frenada resolutiva y dosificable, estabilidad excelente en todo tipo de curvas… Hasta podemos hablar de 'deportividad', un término que se le atragantaría a la mayoría de sus competidores.

Esperábamos más, eso sí, en cuestión de ahorro, ya que se anuncian 4,9 l/100 km de media -4,6 con carrocería C-Max compacta- y le hemos medido 7,1 litros, que no es ni mucho ni poco tratándose de un siete plazas, pero sí bastante más de lo homologado. Ahí juegan en su contra una aerodinámica sólo correcta -Cx de 0,32, cuando el C-Max 'normal' tiene 0,30 y el Peugeot 5008 presume de 0,29- y, sin duda, el escaso rodaje de nuestra unidad de pruebas, que nos llegó con menos de 500 kilómetros.

El 'museo' de la historia de Seat

Algún día, de momento bastante lejano, Seat tendrá un museo y cuando ese día llegue, la marca podrá llenarlo de joyas motorizadas. Esto ocurrirá no por llevar a término un bonito, ambicioso y calculado proyecto empresarial, sino gracias a que en su día, hace ya años, Elvira Veloso, responsable del parque de vehículos, tuvo la iniciativa de ir guardando coches casi de forma secreta en un rincón de la Zona Franca. Ese origen casi clandestino de lo guardado en la Nave A 122 contrasta con el interés que en la actualidad tiene la marca por potenciar y enriquecer esta colección con la vista puesta en el futuro museo.

Termine como termine la historia, Motor 16 ha tenido la oportunidad exclusiva de entrar en el vigilado recinto y, casi como si de un 'Expediente X' se tratase, ir desvelando todos y cada uno de los modelos guardados bajo un plástico de protección. Auténticas joyas de colección con orígenes diversos.

Una colección casi clandestina

Elvira -hoy ya jubilada dedica su tiempo a estudiar Historia del Arte-, guardaba todo lo que podía aunque en condiciones precarias debido a la falta de presupuesto, los robos… Esta situación se normalizó cuando Andreas Schleef fue nombrado presidente de la marca en noviembre de 2001. Se le explicó la situación y Schleef ordenó el traslado de la colección a la Nave A 122, además de dotar de un presupuesto para completar la lista de modelos.

A partir de entonces Seat le da un gran empujón a la colección de vehículos comprando y restaurando si es necesario modelos históricos que a nadie se le había ocurrido guardar. A la vez se forma un equipo de restauradores que, para no interferir en la producción, son trabajadores prejubilados que cumplen sus horas reviviendo modelos que les llegan como material de desguace.

Ni que decir tiene que la nave es una caja de sorpresas con modelos tan sorprendentes como el Papamóvil, el Seat 1400, muchos modelos que nunca llegaron a comercializarse, muchas primeras series, concepts o 'bichos raros', como un Fiat 600 Multipla Torpedo Marina 'tuneado' y firmado por Seat con mucha historia en sus entrañas. Ésta es una muestra de lo que encierra tras sus muros la Nave secreta A 122, de la que no conocen su existencia ni los trabajadores de las prensas que trabajan cada día a sólo 100 metros de distancia. Ésta es, también, la historia de un sueño.

Las joyas de la corona

Esta auténtica rareza de 1966 derivada del 600 recibía el nombre de Fiat 600 Multipla Torpedo Marina, una variante firmada por el carrocero turinés Savio especialista en Fiat. Seat le puso su escudo y dedicó el modelo para las visitas a la fábrica de Franco y otras autoridades. Inicialmente era descapotable, pero los invitados se manchaban de grasa por lo que se cerró con un techo panorámico. Tenía siete plazas en 3 filas.

En los años 80 y 90, Seat no estaba precisamente boyante en cuanto a liquidez, sin embargo no le faltaban ideas. Estas dos variantes descapotables son dos de ellas que nunca vieron la luz. Del Ibiza no hubo ni proyecto posterior. Del Córdoba sí, aunque la relación inversión-ventas no era propicia.

El Proto C adelantaba algunos rasgos característicos del Ibiza lanzado en el 93, sobre todo rasgos de la parte trasera. Afortunadamente se tomaron muy pocos de la parte delantera.

850 Sport Spider, diseñado por Bertone

El 850 Sport, estaba basado en el Fiat 850 Sport Spider y diseñado por Bertone. Su motor tenía 903 centímetros cúbicos y daba una potencia de 52 caballos con los que alcanzaba una velocidad máxima de 150 km/h. Pesaba 730 kg. 

La fabricación del 800, la versión del 600 con cuatro puertas, no era sencilla. Se mandaba la carrocería desnuda de un 600 a Carrocerías Costa y allí se cortaba y alargaba 18 cm. con una plancha adicional. Se produjeron 18.200 coches en 42 meses.

El 850 de 4 puertas es una versión exclusivamente española del utilitario nacido en 1966. Se trataba de un modelo con un chasis alargado de Carrocerías Costa.

Un Seat Marbella Papamovil

Cuando el Papa Juan Pablo II visitó España en 1982 se movió en dos vehículos, un Mercedes Clase G Cabrio blindado y un Seat Marbella descapotable con barras de protección contra el vuelco que también servían para que el pontífice se agarrara. El Papamóvil se utilizó dentro del Estadio Santiago Bernabeu en una reunión con jóvenes de todo el mundo. Después este Marbella tan especial ha estado en alguna que otra exposición. La última en Alemania, de ahí su matrícula.

Cuando Seat se independiza de Fiat se encuentra con una querella de la marca italiana por plagio. Fiat dice que el Ronda que lanza Seat en el 82 es una copia del Ritmo Seat acude al Tribunal de la competencia en La Haya con un coche bicolor en el que las partes naranjas eran las que no tenían nada que ver con el Ritmo. Así queda demostrada la gran diferencia que hay entre ambos y gana la querella.

En el Salón de Francfort de 1991 Seat presenta el concept Marbella Playa y poco más tarde prepara el modelo de preproducción aunque finalmente nunca llegará a comercializarse.

Aunque es ahora cuando el coche eléctrico se ha puesto de moda, lo cierto es que hace años que marcas como Seat ya experimentan con algunas unidades movidas por este tipo de energía. Es el caso del Toledo Eléctrico que se vio por vez primera encabezando la caravana olímpica en los juegos de Barcelona de 1992. Aquí también se guarda un Ibiza eléctrico y dos Seat Inca.

Bocanegra, el primero del Centro Técnico

El Seat 1.200 Bocanegra fue el primer modelo desarrollado en el Centro Técnico de Martorell sobre base del 127. La carrocería se desarrolló en principio para un NSU con motor trasero por eso lleva branquias traseras. Seat se hizo con los derechos y el carrocero de Tarrasa Inducar se encargó de fabricar las carrocerías. Se trataba del primer Seat con salpicadero de una sola pieza.

Un 'descapotable' para las visitas de Franco

Seat disponía de un coche descapotable para las visitas de Franco y de otras autoridades a la fábrica. Se trataba de un 1.400 A con tres filas de asientos que fue restaurado en la nave A 122. Para ello se utilizaron dos de las tres unidades fabricadas debido a su lamentable estado.

A finales de los 80 y principios de los 90 Seat presentó varios concept diseñados por Giorgetto Giugiaro que adelantaron el diseño de los futuros modelos de la marca. Es el caso de este Proto T casi olvidado y que fue el primer prototipo futurista de la marca. Se presentó en el Salón de Francfort de 1989 y al año siguiente le sucedió una evolución denominada Proto TL que avanzaba el futuro Toledo.

Los responsables de Seat no nos dejaron ver todo lo que guardaba la Nave A 122. Fue el caso de este prototipo de coche pequeño realizado en 1994 en colaboración con una marca japonesa y cuya finalidad era sustituir al Marbella. Tenía 5 puertas, estilo monovolumen y el frontal terminó heredándolo en parte el Arosa en el 97. Tampoco pudimos ver el proyecto de Toledo familiar.