Si no hubiese vehículos como el 4C… habría que inventarlos. Puede que el biplaza de Alfa Romeo -disponible ya con carrocería Spider por 13.350 euros más- resista mal un análisis racional, especialmente si lo comparamos con productos como el Porsche Cayman, ejemplo de deportivo utilizable a diario. Pero con el 4C la marca milanesa no buscaba ofrecer a sus incondicionales un coupé lógico, sino una máquina deportiva a ultranza que transmitiera sensaciones dignas de 'artefactos' mucho más potentes, caros y sedientos de gasolina. Y, en ese sentido, logran el objetivo a la perfección.
Sólo para apasionados
Sin embargo, no estamos ante un producto apto para todos los públicos, y coupés como el Audi TT o el citado Cayman son cómodos como limusinas al lado de nuestro protagonista, que mide menos de cuatro metros y es bajísimo: 1,18 metros. Para sentarse hay que 'tirarse' al suelo, y una vez acoplados al interior percibimos cierta atmósfera de competición, realzada por la gran cantidad de fibra de carbono a la vista. Es, de hecho, el material con el que se construye el chasis, y de ahí que el 4C, en vacío, pese sólo 895 kilos. Impresionante. Sin duda, la ligereza es el argumento técnico esencial en un coche único por tantos y tantos motivos.
No hay palanca de cambio, sino una botonera para seleccionar la marcha atrás -como en un Ferrari- o el modo de funcionamiento de la transmisión TCT de doble embrague y seis marchas: automático y manual. Si preferimos el segundo, los cambios se hacen sólo mediante las levas de un volante, a nuestro juicio, demasiado achatado. Y sin dirección asistida, lo que obliga a emplearse a fondo en maniobras a coche parado, e incluso en curvas de montaña, donde el conductor se convierte en piloto y tiene que aplicarse tenazmente para meter el morro en los virajes cerrados.
Gira plano y corre que se las pela
Será ahí donde apreciemos también que los respaldos sujetan poco, y que el 4C gira muy plano. La palabra -balanceo- no existe aquí, y el coupé de Alfa se convierte en la herramienta perfecta para medir la calidad del asfalto, pues su dura suspensión transmite todo. Entre eso y que la rumorosidad es alta -no tanto por lo que llega desde el cuatro cilindros turboalimentado de 241 CV situado a la espalda, sino por un cierto escándalo generalizado-, el confort no es su fuerte.
Habrá usuarios a los que esa incomodidad les encante, porque acabaremos disfrutando del 4C en plan 'monoplaza' por no hallar voluntarios para copilotar, pues incluso el asiento del acompañante, totalmente fijo, ayuda a ahuyentar las 'visitas'. Mejor eliminar las distracciones, porque corre que se las pela: le hemos medido 4,7 segundos para pasar de 0 a 100 km/h. Es loable que un deportivo que anda tanto, y que presume de un comportamiento tan radical -frena bien, pero al buscar los límites en curva se muestra demasiado exigente- gaste sólo 7,9 litros de media real.