Cada vez que probamos un vehículo totalmente nuevo nos fijamos mucho en las reacciones de los primeros que lo ven, y no digamos en sus comentarios. Y en el caso del C4, tenemos la impresión de que Citroën ha acertado de lleno, al menos en el subjetivo terreno de la estética, pues hemos percibido mucho 'enamoramiento' y, aplicando un término habitual en redes sociales, pocos 'haters'. Y eso ya es un buen comienzo. Si acaso, detectamos también que la carrocería 'descoloca' a algunos: ¿es un compacto o un SUV?
La firma francesa insiste en que se trata de un compacto, de un coche que más que sustituir al C4 Cactus releva al C4 precedente -comercializado de 2010 a 2018-; pero su estampa, los 1.525 milímetros de altura -69 más que un Seat León y 54 más que un Ford Focus- y esos 156 milímetros de distancia al suelo -que permiten rodar por pistas con más tranquilidad- le convierten, a nuestro juicio, en un crossover. Es decir, a caballo entre compacto y SUV. Y sus 436 centímetros de longitud -es más corto que un Toyota C-HR, por más que el dato cause incredulidad en todos los 'encuestados'- están bien aprovechados, pues el interior es realmente amplio, con mención especial para los 133 centímetros de anchura detrás -caben bien tres adultos- o una altura generosa en las dos filas. Y aunque no es líder por espacio para piernas detrás -con un conductor de 1,75 al volante hay 69 centímetros entre respaldos, frente a los asombrosos 75,5 del León-, el resultado final convence, pues cinco se acomodan sin pega. Y disfrutamos de un maletero de 380 litros -mismo volumen en el eléctrico probado que en el resto de la gama- con formas regulares y la posibilidad de colocar el piso a dos niveles.
Al acceder nos damos cuenta de que el C4 comparte la plataforma CMP con los Peugeot 208 y 2008, los Opel Corsa y Mokka, y el DS3 Crossback por un detalle sin mayor relevancia, pero curioso: hay que levantar bastante el pie para salvar el reborde elevado del interior, lo que también incomoda un poco al salir. Pero a partir de ahí, todo es bueno en cuestión de confort, como unas butacas mullidas -reconocemos que no hemos hecho ningún viaje maratoniano durante el test por la condición eléctrica de esta versión-, una suspensión con amortiguadores progresivos hidráulicos -los usa también el comodísimo C5 Aircross- que filtra bien la carretera o una rodadura aplomada y suave, virtud ésta acrecentada en el ë-C4, que circula en silencio a cualquier ritmo. De hecho, podemos comparar con los otros dos eléctricos -silenciosos también- que probamos esta semana: a 120 km/h, el Citroën genera 65,2 decibelios, frente a los 68,1 del Fiat 500e o los 67,7 del Mazda MX-30. Casi una alfombra voladora.
Y si antes alabábamos el capítulo del espacio, ahora debemos valorar positivamente la funcionalidad, pues hay muchos huecos donde guardar cosas: el cofre central más el portavasos doble con tapa corredera que tiene delante, otro espacio grande en la zona baja de la consola, bolsas en las cuatro puertas, la bandeja -opcional- para cargar el móvil por inducción, dos revisteros detrás… Y sobre la guantera principal hay un fino cajón -ver cuadro en página 15- para colocar una tablet, detalle original y de serie, aunque nosotros lo entenderíamos mejor como opción, pues muchos preferirían una guantera más grande y no el 'portatablet'. Por cierto: la de veces que hemos abierto ese cajoncito pretendiendo abrir la guantera, pues sus botones están juntos.
Y ya que hablamos de detalles
Vayamos con el acabado, correcto en general pero mejorable. Nos gusta que haya salidas de aire traseras, pero nos gustaría también que la sección superior de la luneta posterior -va dividida en dos, como en el C4 Coupé de la primera generación- tuviera limpialuneta. O que los plásticos del interior fuesen algo mejores; pues a pesar de que algunas superficies son mullidas, la impresión general dista de la que percibimos en sus rivales directos: León, Focus, Ceed/XCeed, i30… Incluso la calidad del tapizado nos ha parecido 'justita'.
En cuanto a ergonomía, cosas buenas -que tenga mandos de climatización tradicionales o que la pantalla táctil central sea grande y quede a mano- y cosas menos buenas, como el reparto de botones algo anárquico por el interior: los que van a la izquierda del volante están escondidos, los que activan las posiciones P (Parking) y B (Brake) del cambio son pequeños y parecen camuflados, el que muestra en pantalla las funciones eléctricas va entre las banquetas en vez de estar junto a otros botones ligados a la pantalla… Puede parecer anecdótico, pero un diseño más intuitivo y racional se agradecería.
Del equipamiento, en cambio, poco se puede criticar; y menos en este Shine tope de gama, que lleva de todo y tiene varias opciones a buen precio para remediar posibles ausencias o personalizar el coche.
En el plano dinámico, lo bueno de este ë-C4 es que, además de comodísimo, presume de comportamiento, y acabas olvidándote de sus 1.616 kilos porque se mueve con agilidad, siempre con sensación de control, pese a no tener una suspensión muy firme ni neumáticos anchos -curiosa, pero efectiva, su medida 195/60 R18-. La dirección cumple, aunque nos gustaría que fuese algo más firme a alta velocidad en los modos Normal y Eco -en Sport sí se la nota más consistente-, y los frenos son tremendamente enérgicos -50 metros exactos desde 120 km/h es para quitarse el sombrero-, aunque no nos ha gustado el tacto del pedal, que apenas actúa en su primer tramo.
En cuanto a su propulsión eléctrica
Mismos ingredientes, por ejemplo, que en el Peugeot e-2008. Motor de 136 CV, batería de 50 kW y cambio automático que se traducen en prestaciones más que suficientes -los 150 km/h de velocidad punta oficial son 152 en la práctica-; aunque por aceleración y reprís resulte un poco más lento que el Fiat 500e -menos potente- o el Mazda MX-30 -más pesado-. Pero recuperar de 80 a 120 km/h en 7,3 segundos refleja que el empuje es adecuado.
En cuanto al gasto real, los 22,5 kWh/100 km medidos en conducción 'realista' superan con creces los 16,0 oficiales; pero a ritmo sosegado gasta con más moderación: 15,6 en ciudad, 21,2 en autovía y 18,1 de media. Eso sí, de los 350 kilómetros de autonomía anunciados pasaremos a cifras menos redondas: de 222 a 276 kilómetros, según uso y ritmo. Y si solo hacemos ciudad, entre 260 y 320.
Nos gusta mucho que la batería se pueda recargar incluso a 100 kW, o que cuando cargas en un punto de 50 kW la electricidad entre a ese ritmo realmente. Por contra, las recargas domésticas son algo más lentas de lo debido, y la instrumentación oculta el tiempo real que falta, pues indica 12 horas aunque sean más.
LA CLAVE
Tras el 'experimento' del C4 Cactus, que era realmente más utilitario o SUV urbano que compacto, Citroën retorna 'de verdad' a la categoría de los compactos tipo Mégane, León, 308, Ceed o Focus. Pero lo hace otra vez con su habitual originalidad, pues el nuevo C4 tiene mucho de crossover, una alternativa también a coches como el Toyota C-HR o el Kia XCeed, y disponible con motores 'normales' o con mecánica eléctrica.
EL DETALLE: Smart Pad Support, original primicia
Uno de los detalles más originales del C4 es el Smart Pad Support Citroën, ingenioso sistema de soporte plegable -integrado directamente en el salpicadero- que permite al acompañante fijar con seguridad su tablet y disfrutar de sus contenidos, ya sea en marcha o en parado. Además, un cajón deslizante ubicado sobre la guantera permite guardar la tablet cuando no la usamos. Según la marca, el Smart Pad Support y el airbag del copiloto, situado justo detrás, están diseñados para no interferir en la protección que ejerce la bolsa inflable.