Tengo un amigo en la playa que tiene una Rinker amarilla preciosa amarrada frente a casa. Tiene esa lancha rápida y deportiva de 7 metros de eslora y también un Jaguar XF de menos de 60.000 euros con el que hasta ahora estaba feliz. Pero quiere más. Necesita más.
Dudo que mi amigo salte a la Sunseeker Predator que le gusta porque la factura supera el millón de euros y aunque puedo equivocarme no creo que los tenga, si los tiene no se los gastaría en un barco y además, semejante yate ya no podría tenerlo amarrado a la boya donde dejaba la Rinker. Sin embargo en lo que sí está pensando seriamente es en cambiar su Jaguar por un Maserati, un cambio que a priori suena casi tan extremo como lo de la Rinker por la Sunseeker. Sin embargo este cambio sí que va a ser posible porque la firma italiana del tridente ya tiene un Maserati más accesible. Y la alternativa que hasta hace poco ni se habría podido plantear por precio, ahora cobra sentido con el Ghibli, una berlina deportiva que va a permitir a la firma italiana perteneciente al Grupo Fiat, multiplicar por diez sus ventas en el mundo.
Mi amigo el de la Rinker se estuvo planteando saltar a un alemán que aportase originalidad, y como valora el diseño, buscaba que rompiese con las formas aburridas y repetitivas tradicionales. Pero no parece que la oferta de modelos de Audi, BMW o Mercedes le haya convencido mucho. Hay que entender que el nombre de Maserati y las formas de un Quattroporte a escala, tienen mucho peso cuando se le da prioridad a la estética o la imagen por encima de todo. Y es que no es lo mismo decirle a tu vecino, me he comprado un BMW, que decirle, me he comprado un Maserati.
Pero el Maserati más barato es el Ghibli diésel y hemos querido saber si esta berlina de casi 5 metros de largo con motor V6 turbodiésel de 275 caballos ofrece lo que espera un comprador que da semejante salto.
Motor de origen VM Motori
La versión diesel del Ghibli se tenía que codear con espectaculares motores de gasolina fabricados por Ferrari y también montados en el Maserati menos caro, por lo que los técnicos de la marca de Módena se cuidaron muy mucho de que el motor utilizado cumpliese con las expectativas. Y qué mejor solución que recurrir a un motor conocido y más que fiable de origen VM Motori (empresa de la que el Grupo Fiat tiene el 50 por ciento del capital y GM el otro 50 por ciento). Para ello, al motor ya visto en los Jeep Grand Cherokee, el Lancia Thema y la Dodge RAM 1.500 Pick-Up americana (recordemos, todos ellos del Grupo Fiat), se le ha aumentado potencia y par, cuenta con un turbo Honeywell diferente con rodamientos cerámicos para una menor fricción, colectores de escape en acero y no de hierro fundido para soportar temperaturas más altas (900 grados), sistema de inyección Bosch por raíl común Multijet II con 2.000 bares de presión y hasta 8 inyecciones por ciclo.
Además, se ha insonorizado mejor el vano motor y se ha modificado el sonido que llega al habitáculo con nuevos escapes y dos actuadores que modifican el típico sonido a petroleta. Son dos actuadores de sonido situados junto a los terminales de escape y dan realce a los tonos más agradables del motor. Además, al pulsar el botón Sport del túnel central, el sonido, se vuelve más agresivo. El trabajo ha dado sus frutos y aunque en los primeros momentos con el motor en frío el camuflaje no surte mucho efecto, lo cierto es que a medida que pasan los kilómetros el ruido a diésel desaparece y se sustituye por un sonido que, sin llegar al de un motor de gasolina firmado por la mismísima Ferrari, deja el pabellón bastante alto y a uno se le olvida enseguida que Maserati, como Porsche y otros fabricantes de deportivos, no ha tenido más remedio que inclinarse por las bondades de un buen propulsor de gasóleo en cuanto a par y empuje a bajas vueltas, consumos reducidos y autonomía.
Pero, ¿consiguen los 275 caballos proporcionar al Ghibli la agilidad y empuje que se esperan de todo un Maserati? Pues hombre, lento no es. De hecho acelera casi como un Porsche Panamera diésel de 300 caballos con un consumo menor que a nosotros, en condiciones de marcha algo más ágil de lo normal, nos ha oscilado entre los 5 y los 8,5 l/100 km. Los que estén acostumbrados a un motor de gasolina de más de 300 caballos echarán de menos estirar más las marchas por encima de las 4.500 rpm del Ghibli diésel, pero se sentirán agradablemente sorprendidos con una 'patada' desde 2.000 revoluciones que permite solventar situaciones comprometidas en adelantamientos, circular donde se pueda a ritmos de auténtico Maserati y disfrutar en recorridos ratoneros casi casi como lo van a hacer los que se compren los Ghibli de gasolina. Con una ventaja añadida: 1.200 kilómetros de autonomía si hacemos un viaje a 120 km/h de media.
Cambio automático de 8 velocidades
Como el Ghibli se presta a ir ligerito, hemos echado mucho de menos unas levas de cambio en el volante que sorprendentemente son opcionales por 316 euros. Es, junto a los neumáticos en medida 245/40 ZR 20 delante y 285/35 ZR 20 detrás (2.536 euros), una de las opciones más recomendables para una berlina deportiva cuyas ruedas de serie (235/50 R18) ya quedan algo ridículas enmarcadas en una silueta tan espectacular. El cambio automático tiene 8 velocidades y no tiene carril manual al que haya que desplazar la palanca para subir o bajar marchas de forma secuencial. Y como se reduce con suaves toques adelante, es demasiado fácil tocar la palanca y reducir sin querer a nada que se lleve la mano hasta la pantalla táctil o al climatizador. Eso sí, en modo M mantiene la marcha engranada salvo que llegues al límite de vueltas, en modo Sport sitúa la 7ª como techo en los cambios y el acelerador se vuelve mucho más sensible, y en modo I.C.E. (Increased Control and Efficiency) que actúa sobre la distribución del motor para primar la conducción suave y la reducción de consumos, emisiones y rumorosidad.
Las puertas del Ghibli no transmiten una gran solidez al cerrar y algunos detalles en el interior enturbian ligeramente el artesanal acabado del modelo italiano, como algunas zonas del maletero sin tapizar o la utilización de mandos heredados de modelos de gama baja del Grupo Fiat. Afortunadamente la originalidad, diseño y calidad de la mayoría de los materiales compensa esas carencias. Y muchos usuarios de berlinas 'premium' alemanas agradecen los originales detalles de estilo del Ghibli. También se agradece el espacio interior, en el que cinco adultos de talla media viajan sin pegas.
Puesto a punto por Ferrari
Los primeros metros a bordo del Maserati más pequeño no evidencian un comportamiento especialmente eficaz. La gran distancia entre ejes y su elaborado esquema de suspensión facilitan un gran aplomo, pero parece que los 5 metros y las casi dos toneladas de peso van a impedir que el Ghibli diésel negocie curvas cerradas al ritmo que pide una berlina con genes de Ferrari (en la puesta a punto del motor ha participado activamente Paolo Martinelli, ex ingeniero de la Scudería Ferrari F1). Pero nada más lejos de la realidad ya que el Ghibli diésel sin necesidad de recurrir a la suspensión regulable (ahorramos 2.642 euros) sorprende por su agilidad, nobleza y tacto deportivo. El culo de este tracción trasera se mueve lo justo y necesario para sentirte vivo al volante, el tren delantero sigue la trazada indicada con el volante mediante una dirección de tacto y precisión envidiable y las curvas se suceden a ritmo casi de GTI sin que al control de estabilidad se le amontone el trabajo. Muelles, amortiguadores y estabilizadoras frenan inercias y balanceos y todo ello sin sacrificar aspectos que podrían perjudicar la parte más racional del coche como será habitualmente realizar largos viajes por autovía o autopista dejándose seducir por el encanto de una marca que en diciembre de este año cumplirá 100 años.