Hubo un tiempo en el que el Porsche 911 no evolucionó al ritmo esperado. Coincidió con los 996 y 997 -quinta y sexta generación-, entre los años 1998 y 2009, y con el lanzamiento absolutamente exitoso del Boxster, que sin duda acaparó casi todos los recursos. Y algunos rivales se aprovecharon de este tropiezo y de que el 911 se mantuviese fiel a su, para muchos, superada arquitectura de motor colgado por detrás del eje trasero.
Pero de arquitectura superada, nada de nada. Ya el 911 de 2011 era otra historia, y ahora el mítico coupé alemán, en su octava generación, se ha venido arriba con unas características colosales que dejan un magnífico sabor de boca y la emoción a flor de piel. Todo ello gracias a un comportamiento intachable, a un motor que parece tener aún más caballos de los 450 que anuncia, a un sonido inconfundible a pesar de las evoluciones y a un habitáculo que entra de lleno en el mundo digital sin olvidar las señas de identidad de un modelo siempre fiel a sus principios.
Enseguida nos damos cuenta de que la unidad de pruebas del 911, un Carrera 4S en un rojo precioso que no tiene sobreprecio, lleva unas cuantas opciones que se pagan aparte y que afectan al comportamiento. La primera curva cerrada y una trazada limpia a una velocidad de vértigo nos lo deja claro: nuestro 911 lleva eje trasero direccional. Pero no sólo eso, el coche también va equipado con suspensión activa (PASM), servodirección electrónica plus, control dinámico de chasis (PDCC) y paquete Sport Chrono, entre otros. En total, 37.000 euros de opciones sin incluir, incomprensiblemente, el sensor de lluvia o los espejos interiores antideslumbrantes, por poner sólo dos ejemplos. Pero esto se nos va a olvidar rápido con sorpresas como la del paquete Sport Chrono y su botón 'Sport Response' dentro de la ruleta giratoria a la derecha del volante, una especie de 'Manettino' al estilo Ferrari. Es el atajo más rápido para lograr que el 911 se cabree y saque a la palestra los 450 caballos sin pisar a fondo el acelerador o buscar el modo Sport en la pantalla. Para probarlo circulamos a 120 km/h en 8ª a menos de 2.000 rpm, y tras pulsarlo, el rapidísimo cambio automático PDK de doble embrague engrana 3ª y la aguja del cuentavueltas alcanza en un abrir y cerrar de ojos las 6.000 rpm -y quedan 1.500 más para estirar hasta las 7.500 del corte-. Como es lógico, el adelantamiento -o lo que sea- se realiza visto y no visto; y tras volver a pulsarlo, todo vuelve a su ser.
En el modo Sport y en el Sport Plus el ESP, e incluso la tracción total, dejan que este eficaz deportivo culee lo suficiente como para disfrutar con seguridad. Y si tenemos que destacar algo en ese apartado clave hay que hablar sí o sí del modo Wet (mojado) que avisa si el asfalto está resbaladizo y activa los controles para añadir la máxima seguridad.
En la parte negativa
El volante oculta el reloj de la temperatura del agua, los escapes deportivos -¡qué sonido liberan!- cuestan 2.190 euros y los asientos traseros siguen siendo testimoniales, aunque dan un respiro clave. Pero esos detalles no enturbian mi opinión sobre el mejor 911 de todos los tiempos. Se mantiene el hechizo.
LA CALVE
El 911 recién llegado ya me dejó muy buen sabor de boca durante la presentación, y ahora, tras una semana poniéndole a prueba en todo tipo de carreteras y situaciones, he podido confirmarlo del todo. Han pasado 55 años y 8 generaciones, y el 911 sigue evolucionando a mejor. Incluso su mítico diseño tiene aún recorrido.