Jean Rédélé, creador de la marca Alpine en 1955, basaba el éxito de su deportivo en unos sencillos principios: un coche con un concepto innovador, equipado con una mecánica sencilla pero competitiva y bajo una carrocería ligera y atractiva.
Rédélé había entendido rápidamente que para ser el mejor en los sinuosos rallys en los que participaba y ganaba (muchos en los Alpes, de donde viene el nombre de Alpine), la potencia o la fuerza bruta no eran las que marcaban las diferencias, sino la ligereza, el tamaño compacto y la agilidad del coche. Ahora, el nuevo Alpine recupera esa filosofía y aprovechando la tecnología actual pone al alcance de nostálgicos y amantes de lo auténtico un deportivo con pedigrí que lleva en cada poro de su piel el ADN de la mítica marca francesa.
Claro que entonces con recurrir a un chasis tubular y a una carrocería de fibra el problema estaba más o menos resuelto. Sin embargo para mantener ese concepto y ofrecer la seguridad exigible en cualquier coche moderno el Alpine actual ha utilizado un chasis de aluminio y una carrocería que combina ese material con el composite del techo y las piezas de plástico reforzado de las tapas de los maleteros. El resultado es que el nuevo Alpine pesa entre 1.080 y 1.103 kilos, cifras que entran dentro del difícil objetivo marcado por parte del equipo de ingenieros, que por cierto trabajó codo con codo con algunos de los que crearon el primer Alpine A110. La mitad del trabajo estaba hecho y a partir de aquí todo sería mucho más sencillo ya que no se tendría que recurrir a un motor muy potente; sería más fácil concebir unos esquemas de suspensión eficaces y a su vez cómodos sin verse obligados a añadir un sistema regulable; y el consumo no les quitaría el sueño.
Otro de los objetivos en el nuevo Alpine era que el conductor, como antaño, tenía que tener la impresión de estar unido a la máquina y de formar un único elemento. Para ello desplazaron el centro de gravedad y el de balanceo hacia abajo recurriendo a una plataforma específica nunca antes utilizada por ningún otro modelo. Y el resultado de todo este trabajo es fabuloso por varias razones. Primero porque el diseño se acerca muchísimo al original tras superar todos los obstáculos impuestos sobre todo por la seguridad. En segundo lugar el Alpine del Siglo XXI es tan ágil y divertido como el primero pero mucho más utilizable a diario y también más fácil de conducirlo al límite. Y por último el motor utilizado, heredado del Renault Espace y del Mégane RS aunque con diferente potencia, consigue catapultar al deportivo francés con aceleraciones que dejan atrás a rivales de la talla de un Porsche Cayman, con consumos que no se creerán sus propietarios.
Para entrar al Alpine casi hay que tirarse a un asiento situado muy cerca del asfalto. El centro de gravedad se encuentra a la altura de la cadera y los asientos baquet son fijos en inclinación aunque la elegida nos gusta y se adapta bien a nuestra postura habitual al volante. Y la sensación a ras del suelo en un Alpine resulta difícil de explicar pero tiene mucho que ver con eso que cada vez escasea más: la emoción y la adrenalina que te transmite un fuerte apoyo controlado, un derrape o el rugido del motor.
Por el espejo retrovisor interior se ve más bien poco pero el habitáculo no es nada agobiante. Los asientos, el volante o las inserciones de fibra de carbono enamoran y sitúan al Alpine en un universo de exclusividad y avance tecnológico fuera de toda duda. Sin embargo esta magia se desvanece en parte cuando vemos algunos mandos de utilitarios de Renault o Nissan que desentonan en un conjunto tan deportivo y exclusivo. La consola portaobjetos situada en un plano inferior del mueble central y único espacio para dejar objetos cotidianos, resulta insuficiente y poco práctica por diseño. Y las salidas de aire centrales no se regulan y no siempre la dirección del frío o calor es la adecuada.
Pero todas estas pegas, unidas a la altísima temperatura que alcanza el maletero posterior por su cercanía al motor central situado por delante del eje trasero, se olvidan fácilmente cuando uno conduce el Alpine hasta la carretera más alta… o incluso hasta la esquina más cercana.
Con 252 CV potencia
Para empezar, los 252 caballos del 1.8 Turbo parecen muchos más en el Alpine, sobre todo gracias a su extraordinaria relación peso/potencia de 4,7 kg/CV. Y sirva como referencia los 5,8 segundos que tarda el Mégane RS en acelera de 0 a 100 km/h con este mismo motor pero con 279 CV, frente a los 4,5 segundos homologados para el Alpine (4,8 en nuestras pruebas). El rapidísimo y eficaz cambio automático de doble embrague tiene parte de responsabilidad porque es todavía más inmediato que en el Mégane RS, además de que las levas de cambio están mejor situadas en el Alpine, más centradas y al alcance de la posición adecuada de las manos en el volante. El A110 con sus 252 CV deja atrás al RS, pero también a un Porsche 718 Cayman con 299 CV. El peso vuelve a ser clave. Y esa ligereza también permite que sin ir 'de carreras' el gasto medio pueda mantenerse entre 7 y 8 l/100 km, una alegría más que también agradece un depósito de sólo 45 litros.
También a la hora de calibrar las suspensiones el bajo peso cobra un gran protagonismo. El A110 recurre a un doble triángulo delantero y trasero, un esquema con muchas ventajas y pocos inconvenientes. Por ejemplo, cuando hay balanceo en las curvas, la doble triangulación permite que cuanto más cerrada sea la curva, más se aplasten los neumáticos en el suelo y más aumente el grip.
Además, gracias a la gran ligereza del A110, los muelles pueden ser relativamente flexibles. Con ello, el coche ofrece un excelente compromiso entre agarre y confort sin tener que recurrir a amortiguadores regulables. En la práctica el Alpine, con una dirección muy rápida, ofrece un tacto deportivo sin penalizar el agrado o la comodidad del día a día. El coupé francés entra en las curvas más cerradas con nobleza, sin tendencia a subvirar. Y sale de ellas con una velocidad endiablada dejando, en función del modo elegido, que el tren trasero deslice lo justo para realizar un pilotaje divertido pero seguro.
Siempre queda un modo 'Track' para los más expertos en el que a los controles de estabilidad se les manda de vacaciones y la conducción entonces se vuelve más exigente. Pero, salvo muy 'quemados', no hace falta llegar a ese extremo para disfrutar muchísimo al volante de un deportivo único pero que no es precisamente barato, sobre todo si pensamos que esta versión Premiére Edition cuesta lo que un Audi TT o más que un Porsche Cayman.
Sin embargo el Alpine no le tiene nada que envidiar a esos modelos en ningún aspecto. Y la historia que hay detrás del mítico modelo francés es apasionante y mágica como pocas.
LA CLAVE
Rejuvenecer es fácil al volante del nuevo Alpine. Basta subir un puerto de montaña con este deportivo para quitarte veinte años de encima. Qué digo, basta ir a por el pan a un kilómetro para volver con la barra, una sonrisa de oreja a oreja y ganas de pasar mucho tiempo con él a solas en la carretera. Todo un acierto.