Creemos oportuno situar primero al T-Roc dentro de la cada vez más amplia oferta SUV, donde los 4,23 metros de este alemán fabricado en Portugal le ponen a caballo entre los 'peques' -Peugeot 2008, Seat Arona, Renault Captur- y los medianos -Nissan Qashqai, Peugeot 3008, Seat Ateca-; mientras que el estatus 'semi premium' de Volkswagen y la propia factura del vehículo -hablamos aquí de 34.000 euros- le llevan a codearse con lo más selecto del 'club', con ejemplos como Audi Q2, Mazda CX-3, Toyota C-HR o, incluso, Mercedes GLA.
Pero, además, el T-Roc fue planteado como ese vehículo 'un poco más alto' que debería funcionar como alternativa natural para aquellos clientes que van al concesionario buscando un Golf -'best seller' europeo desde hace años- pero ya empiezan a dudar entre coche bajo y coche alto.
Quizás por eso, y por compartir ambos la plataforma MQB -diferente a la MQB A0 de Ibiza, Arona o Polo-, esperábamos un poquitín más del T-Roc; ya que si el Golf ha sido referente de su clase durante décadas, ¿por qué no lo iba a ser el T-Roc en el segmento crossover?
Pero vayamos por partes, pues el T-Roc es un estupendo producto y tampoco es cosa de transmitir otra idea. Porque, para empezar, tiene muy buen tamaño: ni tan pequeño como para impedir una cierta utilización familiar ni tan grande como para plantear problemas en entornos urbanos. Dimensiones de Golf, de León, de Mégane, de 308… pero sentados un poco más arriba para controlar mejor el tráfico de la ciudad y, sobre todo, entrar y salir más cómodamente. Y en esto, desde el primer instante, el T-Roc convence. Ya cuando nos aproximamos el coche genera impresión de refinamiento: luces diurnas muy originales, cromados aquí y allá… E incluso unas llantas de aleación de 19 pulgadas que, digámoslo ya, no debería montar esta versión, pues el acabado Sport probado trae de serie unas de 17 y ofrece en opción las de 18; pero no las de 19, reservadas a la serie especial Limited Edition, que también montaba esta mecánica.
Aclarado esto -el pedido sería realizado a fábrica antes de que se definiesen los equipamientos específicos para España-, diremos que al abrir las puertas continuamos percibiendo un buen panorama. Los asientos deportivos son cómodos, todo está situado donde debe porque la ergonomía es un capítulo dominado por Volkswagen desde siempre, y no hay ni muchos ni pocos botones, sino justo los necesarios. Es sentarte y ya encuentras todo donde la intuición te lleva a buscarlo. Además, el nivel Sport apareja la instrumentación digital configurable, la pantalla central táctil de 8 pulgadas queda a mano -presenta unos gráficos muy atractivos- y nuestro coche sí monta las levas, que son opcionales y cuestan 260 euros.
Pero empezamos a tocar y llega la primera desilusión; y no porque la terminación sea mala -todo encaja, no hay rebabas, los revestimientos gozan de buen aspecto-, sino porque se ha abusado de los plásticos duros. Dista mucho de los materiales que tiene un Golf, pero incluso el nuevo Polo recurre en ciertas superficies a plástico mullidos que aquí no hay. En esto, su 'primo' de Audi, el Q2, le barre.
De funcionalidad anda bien el T-Roc
Existen suficientes huecos para guardar cosas, y de amplitud también, sobre todo por anchura -133 centímetros en la segunda fila es bastante- y altura al techo. Por contra, el hueco para las piernas de los pasajeros traseros se nos antoja justo: 67,5 centímetros con un conductor de 1,75 al volante. Y no ayuda el abultado túnel central.
En cuanto al maletero, la firma de Wolfsburg presume de los 445 litros del T-Roc, pero en las versiones con tracción 4Motion ese valor se reduce a 392 litros; e incluso a 365 si, como en nuestro caso, bajo el suelo está el subwoofer del, por otro lado, estupendo equipo de sonido Beats. Ojo con esto, pues se pierden 80 litros respecto al volumen 'teórico', y algunos modelos SUV más pequeños -el Seat Arona, sin ir más lejos- ofrecen 400 litros, y hasta más.
Cerraremos los capítulos 'estáticos' diciendo que el equipamiento del T-Roc Sport es realmente completo, pues incluso incorpora de serie asistentes de conducción -cámara posterior, sensores de parking delante y detrás, faros LED, Lane Assist, control de crucero activo con Front Assist, ayuda al arranque en cuesta…- que otros modelos más caros te cobran aparte. En ese sentido, el pack de lanzamiento que regala la marca -valorado en 1.400 euros- viene bien para completar una dotación de la que podremos presumir.
Pero ha llegado el momento de ponernos en marcha y comprobar si la mayor altura y peso respecto a un Golf se paga de alguna manera. Y debemos decir que no, pues el comportamiento del T-Roc es sensacional, con una precisión y viveza de reacciones que recuerda al Seat Ateca FR. Y como el modelo de Volkswagen es más corto y tiene una distancia entre ejes también algo menor, parece que disfrutemos aún más de las carreteras serpenteantes. La dirección es rápida -2,7 vueltas de volante-, los frenos hacen un trabajo estupendo -menos de 52 metros para detenernos desde 120 km/h- y la suspensión presenta buen equilibrio entre eficacia y confort. Además, podemos elegir mediante la rueda selectora el programa de conducción que más nos guste -Eco, Normal, Sport e Individual– para que se reajuste la dirección, la respuesta del motor o el funcionamiento de la tracción, e incluso hay programas específicos para abandonar el asfalto, como Snow y Off Road.
Esa personalidad casi 'ratonera' en tramos de curvas -si el T-Roc fuera mejor en campo le habríamos dado cinco estrellas en comportamiento- encaja con un motor de 190 CV que empuja de verdad, pues lo hace con progresiva y suave contundencia, ayudado por la ágil caja DSG. Y las prestaciones medidas avalan esa opinión, pues los 6,5 segundos para alcanzar 100 km/h son casi de GTI, y los 5,2 que emplea en pasar de 80 a 120 km/h dan tranquilidad. Lástima que el consumo sea alto, pues la media real rebasa los 9 litros; aunque un SUV tan brioso y de gasolina nunca gastará mucho menos de eso.