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Prueba del Audi SQ5 Sportback: Un futuro clásico que nos hará echar de menos su motor diésel

Muy pronto echaremos de menos modelos como este Audi SQ5 Sportback, versión que se comercializa desde finales de 2020. Hablamos de la variante más potente y deportiva del Audi Q5 Sportback, que combina el que probablemente sea el mejor motor diésel jamás fabricado por Audi con una de sus carrocerías más versátiles; un automóvil que sirve para viajar con el máximo confort a velocidades escandalosas –por la Autobahn, por supuesto–, salir del asfalto con ciertas garantías, movernos por zonas de bajas emisiones y disponer de un vehículo de representación. 

Un motor diésel prodigioso para el Audi SQ5 Sportback

Si hay algo que hace que este Audi SQ5 Sportback sea un automóvil diferente al resto es su motor. Como ya hablamos de él recientemente en la prueba del Audi S4, voy a “plagiarme” un poco para explicar que estamos ante una joya mecánica que desarrolla 700 Nm a 1.750 r.p.m. y los mantiene hasta las 3.250 vueltas, un régimen muy elevado para que un diésel se encuentre en su zona de máxima eficiencia.

Evidentemente, este rango tan amplio se debe a que el par máximo está limitado para proteger la transmisión y contribuir a que la sensación de aceleración sea mayor, ya que si el motor diera sus máximas prestaciones a medio régimen, nos parecería que gira peor en alta.

prueba audi sq5 quattro pablo j poza 16 Motor16

En cualquier caso, con este torrente de par motor se logran 341 CV en un rango de revoluciones de entre 3.800 y 3.950 r.p.m. El motor ofrece una agradable sensación de potencia y progresividad cuando sube de vueltas, pero lo mejor es su baja latencia cuando pisamos el pedal del acelerador en situaciones de baja carga y bajas revoluciones. No es que no haya lag, pero es muy inferior (en tiempo) al habitual en cualquier otro turbodiésel de gran rendimiento.

El principal responsable es un pequeño compresor eléctrico incorporado al motor. Y es que en el Audi SQ5 el turbocompresor de geometría variable recibe la inestimable ayuda de un revolucionario compresor movido por un motor eléctrico de 7 kW (9,5 CV) en lugar de emplear los gases de escape.

Así, cuando éstos escasean (en las mencionadas situaciones de bajas revoluciones y baja carga), el compresor eléctrico se conecta, permitiendo sobrealimentar el motor de forma inmediata a base de gastar parte de la electricidad acumulada en una pequeña batería de iones de litio de 0,5 kWh ubicada bajo el piso del maletero. Según Audi, en 0,3 segundos es capaz de rodar a 65.000 r.p.m., generando la sobrealimentación necesaria para reducir el lag de forma notable.

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Como el problema de la falta de respuesta en baja queda resuelto, es posible montar un turbo más “gordo” y obtener el extra de caballos que da este TDI, y como tenemos una batería en el maletero, podemos alimentar también una máquina eléctrica de 8 kW (casi 11 CV) refrigerada por agua y conectada al cigüeñal mediante correa que actúa como generador y motor de arranque (ISG), lo que permite al Audi SQ5 convertirse en un híbrido ligero y disfrutar de la etiqueta Eco de la DGT.

Hay además un sistema common-rail de 2.500 bares, una presión máxima de sobrealimentación de 2,4 bares, y muchos componentes han sido específicamente reforzados para soportar el mayor rendimiento de este motor; entre ellos el cigüeñal, los pistones y las bielas.

Son también específicos el sistema de lubricación, de mayor capacidad, el de refrigeración –en el que se integran los nuevos componentes–, y hay una compleja “fontanería” para aprovechar al máximo los gases de escape y poder “llenar” eficientemente el nuevo turbocompresor sobredimensionado que, por supuesto, cuenta con álabes de geometría variable.

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Con todo ello, la enésima evolución de aquel motor V6 3.0 TDI estrenado en 2004 por el Audi A8 (D3) es una auténtica fábrica de prestaciones a la vez que un propulsor muy eficiente. En autopista, a velocidades de crucero legales, podemos bajar de los siete litros cada 100 km, mientras que yendo ágiles en una mezcla de escenarios el consumo del Audi SQ5 Sportback puede subir de los ocho litros, lo que no está nada mal para un SUV diésel que hace el “cero a 100” en poco más de cinco segundos.

El Audi SQ5 Sportback no es sólo motor

Por supuesto, un motor así requiere que el resto de la cadena cinemática se encuentre a su altura, y en este sentido no tenemos ninguna queja. Para la caja de cambios se recurre a una ya clásica unidad de engranajes planetarios acoplada mediante convertidor de par que puede ser muy suave en uso normal y fulgurante en uso deportivo.

A su salida se instala un diferencial autoblocante Torsen que reparte el par de forma permanente entre los dos trenes motrices de forma variable (del 40 al 70 % delante y del 60 al 85 % atrás), y opcionalmente puede añadirse un diferencial trasero activo capaz de repartir a la carta el par disponible entre las ruedas traseras.

Sí recomendamos optar por las suspensiones con muelles neumáticos, ya que sin ellas el Audi SQ5 pierde buena parte de su capacidad de salir del asfalto, puesto que la altura de la carrocería va más cerca del suelo que en el resto de versiones del Q5, y con los muelles neumáticos se puede elevar considerablemente la carrocería.

Por supuesto, en estas circunstancias habrá que ser extremadamente cuidadosos para no dañar los neumáticos 255/45 R20 montados de serie o, peor aún, los Pirelli P Zero en medida 255/40 R21 montados por nuestra unidad de pruebas, con un flanco de apenas 10 centímetros.

Así va el Audi SQ5 Sportback

Pero más allá de la versatilidad extra que podemos encontrar en un SUV de tracción total y altura variable, lo cierto es que el Audi SQ5 está pensado para disfrutarse en carreteras de trazado amplio y autopistas. La mezcla de confort y prestaciones que es capaz de ofrecer está al alcance de muy pocos vehículos, y en trayectos largos agradeceremos el confort extra que nos aseguran una posición de conducción elevada y unos asientos de calidad.

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Atrás hay bastante sitio para que dos adultos viajen sin problemas, y el maletero, con 510 litros, ofrece un volumen razonable, además de disponer bajo el piso de una rueda de repuesto plegable opcional –una mejor solución que un kit de reparación– y un subwoofer encastrado en el hueco de la llanta.

Por supuesto, el buen ritmo que permite el conjunto motor-transmisión del Audi SQ5 se ve bien apoyado por un sistema de frenos correctamente dimensionado y bien puesto a punto, con discos delanteros de 375 mm de diámetro mordidos por pinzas de seis pistones que ofrecen una frenada enérgica y progresiva.

La dirección es suficientemente rápida sin ser nerviosa, y el vehículo acepta circular a ritmos endiablados o de forma tranquila con total naturalidad, tal y como comprobamos en el circuito del INTA. Por supuesto, a un SUV de dos toneladas con un voluminoso motor de fundición de hierro reforzada con grafito que va instalado en una posición bastante adelantada no vamos a pedirle que sea especialmente ágil en trazados ratoneros, pero lo cierto es que se defiende con dignidad para sacar lo mejor de sí y dejar que la electrónica nos permita acercarnos a los límites de adherencia sin resultar excesivamente restrictiva.

Este Audi SQ5 Sportback es, en definitiva, un formidable y versátil rutero que pierde algo de agilidad con respecto a un Audi S4 pero que, a cambio, ofrece una versatilidad al alcance de muy pocos vehículos a la vez que nos recuerda en todo momento las asombrosas cualidades de un motor diésel que más pronto que tarde vamos a echar profundamente de menos.

Fotos de la prueba del Audi SQ5 Sportback