La sucesión de buenos productos lanzados por Skoda va cambiando, más rápidamente en unos mercados que en otros, la percepción que el cliente potencial tiene de la firma checa: el sorprendente Yeti nacido en 2009, las últimas generaciones de Octavia y Superb, los Kodiaq, Karoq y Kamiq que componen la actual gama SUV… E incluso un Fabia que, con discreción, se ha hecho un hueco en el segmento B europeo. Pero entre los proyectos de la última década quizás extrañó un poco la irrupción en 2013 del Spaceback, primer compacto 'de verdad' en la marca y que apostó por valores -economía, austeridad en el diseño, motores poco enérgicos, acabados justitos…- que le llevaron a luchar en la parte baja de su categoría; una zona de la que Skoda sale ahora gracias al Scala, que es un producto mucho más ambicioso a todos los niveles. Tanto, que entre los compactos de firmas generalistas pasa a situarse como una de las compras más recomendables, pues es fuerte en puntos donde Skoda siempre lo ha sido -amplitud, funcionalidad o ahorro de combustible- al tiempo que mejora en capítulos donde su antecesor flaqueaba: calidad percibida, diseño, tecnología en mecánica y equipamiento…
Hace unos meses ya pasaba por estas páginas el Scala 1.6 TDI de 115 CV, y si aquella versión diésel nos gustó por su mínimo gasto, el agrado general o la capacidad del maletero, ahora la variante 1.5 TSI de gasolina con 150 CV nos ha cautivado, con sorpresas incluso como un gasto de gasolina mínimo. El responsable directo es su motor turboalimentado -con 25,5 mkg de par constante entre 1.500 y 3.500 vueltas- que, gracias al sistema ACT, permite desactivar dos de sus cuatro cilindros cada vez que no requerimos mucho empuje. Y sin que lo notemos, salvo al fijarnos en la instrumentación; porque ya funcione con dos cilindros o con todos el 1.5 TSI resulta suave y silencioso. Y el premio es un gasto real en nuestro exigente recorrido de pruebas de sólo 6,0 l/100 km -por debajo incluso de los 6,2 homologados en el ciclo WLTP-, de manera que este Scala, pese a no contar con etiqueta ECO, consume menos en la práctica que rivales que sí la tienen, como el Mazda3 Skyactiv-G de 122 CV o el Toyota Corolla Hybrid 2.0 de 180 CV, permitiendo viajar mucho con los 50 litros de su depósito y a precio prácticamente de diésel.
Además de tener un motor eficiente se ayuda de una correcta aerodinámica -Cx de 0,306-, de unos neumáticos bastante estrechos -se conforma con unos 205/45 R18, pero nos gustaría saber qué tal le sientan 'al límite' unos 215- y de un peso contenido para tratarse de una carrocería de 4,36 metros: 1.265 kilos en orden de marcha. Ligereza, por cierto, lograda en parte por la plataforma MQB-A0 que emplea, común al Kamiq y, fuera de Skoda, a los Seat Ibiza y Arona, y a los Volkswagen Polo y T-Cross.
Los 2,65 metros de distancia entre ejes, mayor curiosamente que la del Seat León o el VW Golf pese a que estos sí recurren a la MQB de 'coches grandes', se traducen dentro en un espacio muy generoso para las piernas en la segunda fila -75,5 centímetros de hueco entre respaldos con un conductor de 1,75 al volante-, que se acompaña de cotas también buenas por anchura -130,5 centímetros- o altura -93 en la segunda fila-. Lástima que el túnel central sea tan grande y que el mueble del aireador trasero sobresalga tanto, porque eso resta confort a un hipotético quinto ocupante. Y si hablamos de viajar, el maletero pide la palabra, pues esos 467 litros no tienen rival en su clase, llegando a superar a berlinas de tipo sedán.
No obstante, el Scala no brilla solo por amplitud interior y espacio de carga, o por lo funcional de su diseño interior con detalles 'Simply Clever', sino que el esfuerzo de la marca se ha dirigido también a la calidad general, pues abunda el plástico mullido y todo encaja a la perfección. Además, los asientos deportivos son estupendos -de serie en la serie limitada First Edition, ya agotada, ahora los monta también el acabado Sport- y el coche está bien insonorizado.
Porque la impresión de calidad no tiene que ver solo con lo que tocamos, sino también con lo que sentimos, y el Scala rueda como un coche bien hecho. Ahí influye la buena respuesta del motor, y aunque las prestaciones no son de deportivo puro -le hemos medido una aceleración 8 décimas peor de la anunciada en el '0-100', pero los 5,7 segundos que emplea en recuperar de 80 a 120 km/h son sinónimo de adelantamientos seguros-, el agrado está siempre presente, a lo que colabora el eficaz cambio DSG de doble embrague y siete marchas con levas en el volante y modo Sport.
De hecho, esos 150 CV, la rapidez de la caja automática y la ligereza del conjunto permiten imprimir un buen ritmo a la conducción, pero si buscamos los límites veremos que los movimientos de carrocería no quedan bien contenidos en curva o al frenar -54,1 metros para detenernos desde 120 km/h es correcto-. El coche va por donde le decimos, pues es noble y seguro, pero vendría bien una suspensión más firme que le acercase al dinámico tacto de sus rivales.
LA CLAVE
Algo sucede cuando Skoda lleva tantos años haciendo productos de primer nivel y el español medio sigue viendo la marca checa como una opción 'exótica' o, incluso, de tipo 'low cost'. Buen ejemplo de que el público no siempre tiene la razón. El Scala, y más con este motor, ayudará a cambiar mentalidades: ¡pedazo de coche!