El Suzuki Swift Sport siempre ha sido un atractivo deportivo de 'bolsillo', con carácter y un público muy fiel detrás. Y ahora la necesidad obliga a hibridar este modelo con una tecnología que ya portaban algunos de sus hermanos mayores, como el Vitara o el S-Cross.
Es un sistema sencillo que combina el trabajo de un propulsor 1.4 turbo de 129 CV y de un sistema eléctrico de 48V, que añade un motor-generador de 14 CV que se alimenta desde una pequeña batería de iones de litio con 0,38 kWh de capacidad. Su función es asistir al bloque térmico, pero nunca impulsará por sí mismo el vehículo.
Esta tecnología suaviza los consumos y nos permite acceder a la etiqueta ECO. Pero surge la duda porque el anterior Swift Sport ofrecía 140 CV: ¿cede prestaciones con los 129 CV actuales? La respuesta es… prácticamente nada. Y no lo esperábamos, porque la propia marca homologa 9,1 segundos en la aceleración de 0 a 100 km/h -un segundo más que su predecesor- y en nuestra pista de pruebas nos marcó 8,2 segundos. Si a eso sumamos unas recuperaciones brillantes debido al aporte eléctrico a bajo régimen, podemos asegurar que las sensaciones y tiempos siguen siendo muy parejos. Y esto es algo vital porque este modelo tiene un club de fans detrás que quizás no estaría dispuesto a pasar por alto las prestaciones ni a dejar de disfrutar un buen rato al volante.
Las sensaciones tampoco cambian. El peso se incrementa en 45 kilos, pero sigue siendo muy ligero. Somos defensores de las transmisiones automáticas, pero en este caso no la echamos de menos -tampoco se ofrece-.
El motivo es que la caja manual es una delicia, por su precisión y cortos recorridos. Antes de que lleguemos al final de la calle ya casi habremos insertado la sexta velocidad porque su relación es bastante cerrada. De hecho, en sexta basta con pisar el acelerador y sorprende porque siempre ofrece una respuesta contundente.
Sin embargo, el Swift Sport Hybrid pide algo más que ciudad o autovía. Si aparecen las curvas es cuando se disfruta de verdad. Es muy similar a un kart por sus reacciones inmediatas y rápidos cambios de trayectoria; también por su 'nerviosismo' y porque no avisa. La suspensión es firme -monta amortiguadores Monroe específicos- ,aspecto que pasa factura al confort sobre asfalto irregular, y frena bien: solo 37,1 metros desde 100 km/h.
No hay cambios estéticos ni de acabado relevantes. Sí incorpora nuevos asistentes, como reconocimiento de señales de tráfico, un control del ángulo muerto y una alerta de tráfico cruzado en la zaga que se integran en el avanzado sistema DSBS, compuesto por una cámara monocular y un sensor láser. La seguridad se completa con una frenada de emergencia que detecta también a peatones, la alerta de cambio de carril, el aviso de fatiga del conductor y las luces de carretera inteligentes.
LA CLAVE
Es un vehículo muy agradable en todos los frentes y su sistema híbrido de 48V provoca una respuesta a bajo régimen más suave y contundente a la vez, amén de la etiqueta ECO medioambiental. Gana, pues, puntos en ciudad, pero donde se disfruta de verdad es en carretera y con muchas curvas por delante.