Pues tienes toda la razón, pero estamos seguros de que en los más de cien años que tiene de historia el motor de combustión interna, multitud de ingenieros han probado con otros sistemas que al final se descartaron ante la solidez del bloque con cilindros al que haces mención.
En sus primeros pasos fueron las electricidad y la gasolina las fuentes de energía preferidas. Al final triunfó la segunda, hasta evolucionar a los motores actuales. El principio de funcionamiento es el mismo, pero nada tienen que ver aquellos propulsores con las eficaces mecánicas de hoy día. Entre medias se ha experimentado con motores rotativos, siendo el Wankel el más conocido. Aunque la configuración es diferente, con un cilindro ovalado y un pistón en forma de triángulo con los lados curvos que gira en su interior, lo cierto es que también respondía a un concepto con cuatro tiempos. Vibraba poco y ofrecía un gran rendimiento, pero los consumos de aceite se disparaban y la combustión no era tan perfecta como la de los cilindros convencionales.
Durante todo este tiempo también se ha experimentado con motores de vapor agua o de aire comprimido, pero ten en cuenta que lo que siempre prima es la rentabilidad y el rendimiento. Y un bloque con cilindros convencionales se alimenta de gasolina, diésel, gas natural, gas licuado del petróleo, biocombustibles e, incluso, realizando modificaciones se podría utilizar hasta hidrógeno.
Actualmente atravesamos un periodo que para muchos es de transición. Los motores convencionales de combustión interna siguen ganando por goleada, pero cada vez es más habitual apoyarse en motores eléctricos (versiones híbridas) y todo apunta a que en un futuro no muy lejano la pila de combustible tome el relevo. El automóvil se alimentará de hidrógeno y un complejo proceso químico lo transformará en electricidad. Será el adiós a lo que conocemos hoy en día.