El Rolls-Royce Phantom VII, producido entre 2002 y 2017, marcó un antes y un después en la historia de la marca. Este modelo no solo representó el inicio de una nueva era para Rolls-Royce, la era de su integración en el grupo alemán BMW. También supuso el reto de llevar la perfección artesanal y la innovación en el diseño de automóviles de lujo a otra dimensión.
El 1 de enero de 2003, a la medianoche, se entregó la primera unidad del Rolls-Royce Phantom VII a su dueño. Con el nuevo año se abría la nueva era para la marca, culminando el proceso de lo que muchos llamaron «la última gran aventura en la historia del automóvil». En 1998, BMW adquirió los derechos para fabricar los vehículos Rolls-Royce, y en menos de cinco años, diseñaron y construyeron no solo una nueva sede y planta de fabricación, sino también un automóvil completamente nuevo que representaba los valores fundamentales de la marca.
Un Rolls-Royce diseñado en secreto
El Phantom VII, desde el punto de vista del estilo fue desarrollado en un estudio secreto en Londres, bajo la dirección del diseñador principal de exteriores, Marek Djordjevic. Djordjevic fue instruido para comenzar desde cero, con tres requisitos clave: debía tener ruedas grandes, la famosa parrilla del radiador y, por supuesto, la emblemática figura de Espíritu del Éxtasis. Para llevar esto a buen fin, Djordjevic se inspiró en modelos clásicos como el Silver Cloud, Silver Shadow y el Phantom II de los años 30. Era la forma de capturar la esencia de lo que un Rolls-Royce debía ser, con una silueta que reflejaba la tradición, pero con un enfoque contemporáneo.
Con las premisas mencionadas, el Phantom VII fue diseñado con otro enfoque absolutamente básico: la comodidad de sus ocupantes. El concept buscaba además ofrecer una experiencia de conducción inigualable. Desde la posición de conducción, que proporcionaba una vista panorámica de la carretera, hasta los asientos traseros con puertas traseras de apertura enfrentada, cada elemento fue cuidadosamente diseñado para asegurar la comodidad y facilidad de acceso. Todos los controles y mandos estaban ubicados de manera intuitiva para que el conductor pudiera manejar el coche sin apartar la vista del camino, mientras que los pasajeros traseros disfrutaban de la experiencia más lujosa que puede ofrecer una marca de coches.
Aunque la silueta general del Phantom VII seguía las proporciones tradicionales de los Rolls-Royce, su ingeniería y construcción eran vanguardistas. En lugar de la estructura monocasco habitual, el Phantom VII se construyó sobre un chasis de aluminio, un sistema utilizado comúnmente en vehículos de alto rendimiento por su mejor relación entre peso y resistencia. Esta construcción innovadora, que requería una mano de obra precisa, sentó las bases de lo que más tarde se conocería como la «Arquitectura del Lujo», un sistema flexible que permite la creación de modelos de diferentes formas y dimensiones sobre la misma estructura.
La base de otras muchas creaciones de la marca
El Phantom VII no solo fue un modelo único en sí mismo; fue el principio de otras muchas cosas. Por ejemplo, también inspiró el desarrollo de versiones experimentales y de producción limitada. En el Salón del Automóvil de Ginebra de 2004, se presentó el prototipo 100EX, un coupé descapotable que se basaba en el Phantom VII pero con un motor V16 y que contaba con detalles inspirados en los yates clásicos de los años 30. La buena acogida de este modelo dio lugar a la producción del Phantom Drophead Coupé, uno de los vehículos más codiciados de los creados por la firma británica con sede en Goodwood.
En 2005, Rolls-Royce presentó una evolución aún más lujosa y exclusiva del Phantom VII, el EWB (Extended Wheel Base o de «distancia entre ejes extendida), que ofrecía más espacio para los pasajeros traseros. Además, en 2006, el Phantom Coupé fue lanzado al mercado como una versión de producción limitada, destacando por su interior lujoso y su diseño estilizado.
Para garantizar el rendimiento esperado en cualquier nuevo modelo de la marca -y mucho más en el que inauguraba esta era-, el Phantom VII fue equipado con un motor V12 de 6.75 litros, una cilindrada tradicionalmente asociada con Rolls-Royce. Este motor ofreció la ‘potencia necesaria’ para proporcionar la flotabilidad característica de la marca, un deslizamiento suave y sin esfuerzo por la carretera. Este motor sigue siendo una pieza fundamental en los modelos Rolls-Royce actuales, con la excepción del Spectre, que es eel primer Rolls totalmente eléctrico.
Múltiples personalizaciones de Bespoke
Otro de los aspectos más destacados del Phantom VII fue su capacidad para personalizarse a través de su programa Bespoke de creación de coches a la medida de cada usuario. Clientes de todo el mundo encargaron unidades con configuraciones únicas que reflejaban sus gustos y deseos. Algunos de los modelos más emblemáticos fueron el ‘Phantom Aviator’, que rendía homenaje a la edad dorada de la aviación, y el ‘Phantom Serenity’, una obra maestra de seda tejida a mano y bordados delicados. Estas creaciones demostraron las ilimitadas posibilidades de personalización que ofrecía el Phantom VII, consolidándolo como el no va más de la individualización en el lujo automovilístico.
El Rolls-Royce Phantom VII estuvo en producción hasta 2017, cuando fue reemplazado por la octava generación del modelo. Durante 14 años, el Phantom VII representó la cúspide de la marca y pudo recuperar, al mismo tiempo, la reputación de Rolls-Royce como «el mejor automóvil del mundo». Como el primer vehículo de Rolls-Royce fabricado a mano en Goodwood, el Phantom VII fue la base sobre la que se pusieron las bases del desarrollo de la nueva era en la marca británica.
Galería de fotos Rolls-Royce Phantom VII
Fotos: Rolls-Royce