Desde finales del siglo pasado, los motores Ford “pequeños” suelen estar formados por acrónimos que sugieren robustez, tecnología y economía de uso, tales como DuraTorq, DuraTech, Zetech o EcoBoost. Reconozcámoslo: son nombres algo “aburridos”, carentes de glamour. Sin embargo, esto no siempre ha sido así, y tampoco sucede con los motores “gordos”, que con frecuencia recurren a nombres que sugieren músculo y prestaciones. ¿Los repasamos?
Del Triton al Coyote: Los motores V8 más “molones” de Ford
El primer nombre “molón” en la historia de los motores Ford surge en 1997, cuando Ford decide bautizar como Triton los motores V8 modulares fabricados primero en Michigan y posteriormente en Ontario para ser montados en su familia de pick ups de la Serie F.
No obstante, la cosa comienza a ponerse realmente interesante con la adopción del nombre Terminator, que surge en 2003 para designar los V8 4.6 de esta misma familia sobrealimentados por compresor que se montaron en los Ford Mustang SVT Cobra y que entregaban nada menos que 395 CV y 525 Nm, cifras hoy poco llamativas pero bastante interesantes en la época para un pony car.
Pero si ha habido un nombre icónico entre los V8 de Ford, ése es el genérico que designa a la familia de los V8 Coyote, nacida en 2011 y plenamente vigente en la actualidad. Los motores Ford Coyote supusieron un importante paso adelante en materia tecnológica respecto a la familia modular V8, ya que si bien no partían de una hoja en blanco, sí introducían todos los avances tecnológicos necesarios para hacer que fueran mucho más eficientes.
Así, los motores Ford Coyote –fabricados en Ontario con la misma maquinaria que sus predecesores– surgieron como respuesta al bloque GM 6.2 LS3 empleado en el coetáneo Chevrolet Camaro y al 6.4 Hemi de Chrysler usado en los Dodge Charger y Challenger, si bien Ford optó por una cilindrada inferior, de sólo 5,0 litros; un downsizing en toda regla.
Para lograr un buen rendimiento específico, el V8 Coyote recurría a cotas cuadradas, culatas de cuatro válvulas por cilindro con distribución variable en fase y una elevada relación de compresión (11,0:1), un diseño que le permitía fijar la línea roja a 7.000 r.p.m., valor bastante elevado para un V8 norteamericano.
Los motores Ford con los nombres más sugerentes
A partir de entonces, los motores Ford Coyote empezaron a evolucionar y a ganar potencia al tiempo que recibían nombres cada vez más llamativos. Este es el caso del Road Runner, una evolución del V8 Coyote creada para el Ford Mustang Boss 302 de 2012. Si el Coyote estándar entregaba 418 CV y 529 Nm en el Mustang GT, el Road Runner del Boss 302 subía hasta los 450 CV, si bien se conformaba con 515 Nm.
En 2013 llegaría el V8 Trinity, dotado de sobrealimentación mediante un compresor Eaton y de una cilindrada que crecía hasta los 5,8 litros alargando su carrera para llevar la potencia del Mustang Shelby GT500 hasta los 671 CV, mientras que el par motor alcanzaba los 856 Nm.
Menos ambicioso pero igualmente sugerente sería el V8 Voodoo de los Shelby GT350 de 2016, que se conformaba con 5,2 litros. Sin sobrealimentación, se permitía trabajar con una relación de compresión de 12,0:1 y desarrollaba 533 CV 582 Nm, llevando la línea roja a unas impresionantes 8.250 r.p.m.
No obstante, quizá el mejor nombre de toda la saga de motores Ford V8 sea el de Predator, empleado tanto en el Shelby GT500 de 2020 como en el F-150 Raptor R lanzado dos años más tarde. Con una cilindrada de 5,2 litros, un cigüeñal específico y sobrealimentación por compresor, el V8 Predator entrega 770 CV y 847 Nm en el deportivo americano, mientras que en el pick up pierde 70 CV, permitiendo que su par máximo alcance los 870 Nm.
En realidad, la versión del F-150 es ligeramente diferente (con modificaciones en el accionamiento del compresor), recibe el apelativo de Carnivore, que tampoco está mal, y se fabrica en Dearborn, mientras que el Predator se ensambla en la fábrica de Romeo, ambas en EE. UU.
Hay también nombres potentes entre los V6, como los Cyclone o los Vulcan. Y también son interesantes los motores Ford que reciben el nombre de sus localidades de origen, tales como Essex, Cologne, Kent o Valencia, pero esta es otra historia que merece su propio capítulo.