Como ya hemos visto, una de las claves que hacen del Mercedes Clase G un vehículo inmune al paso del tiempo es su constante actualización. No obstante, la primera revisión de calado de la serie W463, aparecida en 1989, llegará tres años más tarde.
En realidad, el primer anticipo lo encontramos en septiembre de 1991, en el Salón del Automóvil de Fráncfort, donde junto al espectacular prototipo “experimental” C112 se exhibe un más discreto GD 350 que marcará el pistoletazo de salida para toda una nueva generación de mecánicas que convertirán al Clase G en un musculoso todoterreno de altas prestaciones.
El GD 350 es el primer Clase G turbodiésel. Su motor OM 603 es un seis cilindros en línea de 3,5 litros alimentado mediante inyección indirecta. Desarrolla 305 Nm a sólo 1.800 rpm que se traducen en
136 CV a 4.000 r.p.m. Con semejante potencia, la velocidad máxima alcanza los 145 km/h, mientras que el consumo oscila entre los 11,8 l/100 km que se logran en carretera y los 16,9 homologados cuando se circula a 120 km/h por autopista. Además, gracias a su generoso par motor, el GD 350 es capaz de remolcar 3.500 kilos (con freno) en su versión de batalla larga.
A su lado, el 300 GE, con motor de gasolina de seis cilindros, tres litros, 168 CV y “sólo” 190 Nm comienza a verse amenazado por su hermano diésel, algo que se solucionará en 1993, con la llegada del primer motor V8 a la familia del Clase G. El 500 GE será la estrella indiscutible de Mercedes durante el transcurso del 63.º Salón del Automóvil de Ginebra, celebrado en marzo de 1993.
El Mercedes 500 GE es el primer Clase G con motor V8
Lanzado como una edición limitada a 500 unidades, el 500 GE viene equipado como una auténtica limusina, con su carrocería de cinco puertas acabada en el exclusivo color azul amatista metalizado, que se extiende a los parachoques y las carcasas de los espejos retrovisores.
Entre su completo equipamiento de serie encontramos tapicería de cuero negro y gris, inserciones de madera de raíz de nogal que se extienden a los guarnecidos de las puertas, aire acondicionado, asientos delanteros calefactados, techo practicable eléctrico, antena telescópica eléctrica, seis altavoces, control de velocidad de crucero, lavafaros e incluso la preinstalación de la bola de remolque.
Pero lo verdaderamente importante se encuentra bajo el capó, donde se aloja el motor M 117 V8 atmosférico de 5,0 litros, que desarrolla 240 CV y 375 Nm, cifras que permiten al Clase G alcanzar los 180 km/h y pasar de cero a 100 km/h en 11,4 segundos, todo ello con un consumo medio homologado de 19,4 l/100 km.
El Mercedes 500 GE era un Clase G fuertemente modificado
Las modificaciones técnicas se completan con un cambio automático de cuatro velocidades, anchos neumáticos Bridgestone en medida 265/70 R16, frenos sobredimensionados con ABS y la supresión del bloqueo del diferencial delantero, que a la postre sería una de las decisiones más controvertidas.
La profundidad de vadeo se ve ligeramente reducida, mientras que la capacidad de remolque se limita a 2.950 kilos.
Y si los 240 CV no eran suficiente, AMG (que montaba parcialmente los 500 GE en Affalterbach) ofrecía una preparación de la vieja escuela que llevaba la cilindrada del V8 a los seis litros, logrando extraer 326 CV y nada menos que 525 Nm del motor M 117, con lo que el 0-100 km/h bajaba hasta los 10,8 segundos mientras que la velocidad máxima alcanzaba los 195 km/h.
La era de las prestaciones había llegado ya al todoterreno de Mercedes aunque fuera de manera efímera, con una exclusiva y carísima serie especial de la que se comercializarían menos de medio millar de unidades a lo largo de solamente un año.No obstante, aún quedaba mucho camino por andar. A pesar del empeño puesto por AMG para sacar el mayor dinamismo del modelo, el cambio automático de cuatro velocidades 722.3 limitaba enormemente sus prestaciones. Todo esto comenzaría a solucionarse en 1998 con la llegada del G 500 con motor M113, pero esta es otra historia que contaremos a su debido tiempo.